sábado, 1 de marzo de 2014

Marzo 2014. INICIO. Hace muchos años atrás, en una fría y oscura noche de tormenta, bajo el manto de la lluvia y el brillo de las estrellas, una extraña persona, de apariencia indescriptible, cubierta por una inmensa capa roja, llegó a la hermosa población Villa Florencia, caminando sigilosamente entre sus calles empedradas que siempre han formado caminos inolvidables entre monumentales construcciones antiguas, cargando consigo un canasto en el cuál se escondía una hermosa criatura, la cuál, junto con un sobre sellado, abandonó a las afueras de la grandiosa mansión Rinaldi. Una mansión de estilo italiano habitada por el solitario Luciano, uno de los hombres más poderosos de la región, quien al recibir a la criatura y la carta de manos de su fiel sirvienta Rosa, de inmediato abrió la envoltura para leer su contenido y del asombro cayó sobre el asiento de su escritorio, anonadado y sin habla. Tomando consigo una llave dorada que la misma envoltura contenía, el hombre decidió guardarla bajo secreto, tomando a la criatura entre sus brazos, la arrulló y decidió cumplir el mandato de cuidarla, protegerla con su propia vida, guardando la carta y la llave dorada en un escondite secreto en el cuál nadie la encontraría jamás mientras él tuviera vida, desbordando todo su amor sobre la pequeña. Fue así que desde la llegada de la pequeña Maria Elisa a la mansión del solitario hombre, la vida cambió para él, pasando cinco felices años hasta que un día nublado y frío, el destino, como un ave de mal agüero, sorprendió nuevamente al millonario Rinaldi con la llegada a su hogar de la sombría y odiosa Bernarda De la Borbolla, su cuñada, quien tras enviudar ha quedado desamparada y desprotegida, completamente en la miseria pues Ambrosio Rinaldi, medio hermano de Luciano, murió dejándola llena de deudas y con dos hijas: Oriana y Cecilia, de once y tres años. Fue así que de pronto, de la noche a la mañana, la solitaria y enorme mansión Rinaldi se llenó de mujeres, de risas y lloriqueos, pero principalmente de la gran felicidad que a éste le causaba la alegría de la pequeña Maria Elisa, su más grande amor, a la cuál consentía, amaba y disfrutaba a cada instante, despertando en ello el odio enfermizo de Bernarda, quien no podía concebir que el hombre quisiera más a una protegida que cuidaba por caridad más que a sus hijas, las cuáles llevaban su sangre, por lo que repentinamente la mujer comenzó a tener para Maria Elisa solo regaños, castigos, desprecios, humillaciones, rencores y malos tratos ya que muy a pesar de obligar a las pequeñas Oriana y Cecilia a agradarle a su tío Luciano, hasta nuestros días, en el corazón del hombre éstas jamás se pudieron comparar con la adorable y dulce presencia de Maria Elisa ni reemplazarla en su ahora viejo pero inmenso corazón del hombre, quien vive solamente para consentir a su protegida, guardando celosamente todos lo secretos que encierran su vida.

ÉPOCA ACTUAL: Vuelta una hermosa mujer, Maria Elisa termina un diplomado y Luciano decide festejarla a pesar de las negativas de Bernarda, quien detesta a la muchacha por poseer el amor del hombre y no así sus hijas, las cuales envidian a Maria Luisa, principalmente Oriana.

Luciano se entera que morirá pronto y lo lamenta pues sabe que Maria Elisa no será feliz viviendo al lado de su cuñada y sobrinas. Medita sobre la fortuna que le ha costado invertir en su protegido Fabricio Rossano, un don nadie al que rescató de las drogas y el alcohol y a quien se dignó a ayudar para después hacerlo pasar por un rico heredero seguro de que así, llegado el momento, las mujeres se llevarán una terrible sorpresa.

Mamá Rosa se queja de la actitud de Bernarda con Maria Elisa ante Fabricio, el se confiesa perdidamente enamorado de la muchacha y estar seguro de que ella lo ama también. Rosa espera que sea así pues él y la pobre chica han sufrido mucho y merecen ser felices.

Oriana, segura de que cuando Luciano muera ella, su hermana y su madre lo heredarán, cree que no necesitan estudiar ni trabajar para poder sobrevivir como hacen los pobres. Sin embargo Cecilia piensa lo contrario y admira a Maria Elisa, a quien Oriana pretende ridiculizar en su fiesta, donde ella está decidida a conquistar a Fabricio, al que cree el mejor partido de Villa Florencia. La ilusión de Oriana se rompe cuando Cecilia le recuerda que Fabricio está interesado en Maria Elisa. Bernarda sabe que Maria Elisa está loca por el muchacho, por lo que la maldice lo mismo que a su cuñado, al que desea la muerte para que ella y sus hijas tomen posesión de todos sus bienes.

Fabricio pide a Luciano la mano de Maria Elisa. El hombre se la niega y le recuerda que aunque lo ha ayudado y le ha dado un nombre, en realidad no es nadie y lo mantiene a su lado con otros fines. El muchacho cree que es cruel que su protector crea que él y Maria Elisa no pueden estar juntos por ser diferentes ya que ambos comparten el mismo dolor, la misma suerte, y quizás hasta el mismo destino.

Fabricio no se cansa de rechazar a Oriana, quien le reclama su desprecio. El le dice que no la ama, que su corazón le pertenece a otra mujer. Oriana exige que le diga si esa mujer es Maria Elisa y él simplemente se marcha. La perversa muchacha llora llena de rencor. Odia a esa muchacha, pues siempre le ha arrebatado el amor y cariño de todos.

Maria Elisa pasea por la ciudad con su amiga Fátima y se cruzan con Oriana, quien trata a la muchacha con indiferencia y asegura a los cercanos que esa no es su prima, si no una recogida a la que echarán de la mansión Rinaldi tan pronto como el viejo Luciano muera. Tras las hirientes palabras, Maria Elisa llora y confiesa a Fátima tener mucho miedo a que lo que Oriana ha dicho tarde o temprano sea su triste verdad. Son descubiertas por Fabricio, quien se preocupa por el estado de su amada. Pregunta qué sucede y la amiga está a punto de decirle pero la consentida se lo impide.

Bernarda descubre que Cecilia está en amoríos con alguien y espera que el novio de su hija sea adinerado y no un perdedor como Ambrosio, su difunto marido, para que así contribuya a sacarlas de pobres, de ser otras recogidas como Maria Elisa en la mansión Rinaldi, mientras que Cecilia se encuentra con Sergio, su gran amor, el cual desea hablar con Bernarda para pedirle su mano pero Cecilia pide tiempo pues tiene miedo a que su madre se oponga debido a que la familia de él no es de abolengo. No cuentan con que Oriana los descubre y revela a Bernarda que el novio de su hermana es Sergio por lo que al regresar a casa Cecilia es abofeteada por su madre, quien le prohíbe que continúe su relación con Sergio. Cecilia se revela dispuesta a defender su amor y cuando Bernarda está a punto de abofetearla nuevamente, son sorprendidas por Maria Elisa y Luciano, quien impide que la mujer lastime a su hija y autoriza el noviazgo con Sergio. Esto causa una fuerte discusión entre los dos adultos y Bernarda logra que Luciano se sienta mal, alarmando a la consentida. El hombrele jura a su cuñada que le dará donde más le duele.

Inés y Hernán, un matrimonio católico de clase media lleno de machismo, discuten sobre el noviazgo de Sergio con Cecilia pues Inés teme a que Bernarda se oponga a la relación que existe entre sus hijos mientras que Hernán solo espera que su hijo sea un hombre y siembre su semilla en la muchacha para así comprometerla y, al casarse, ellos como sus padres se vean beneficiados.

El padre Benedicto recibe la visita de Luciano, quien preocupado y decaído le confiesa temer por el futuro de Maria Elisa tras su muerte por lo que pide al sacerdote que, al llegar ese momento, haga entrega a la muchacha de un sobre y una llave, junto con unos documentos, de los cuáles nadie debe saber su existencia. Benedicto lee los documentos y sorprendido jura a su amigo que cumplirá con su voluntad y guardará todos sus secretos.

Maria Elisa confiesa a mamá Rosa estar perdidamente enamorada de Fabricio. La mujer le aconseja que lo acepte como novio si éste se lo pide y que trate de ser feliz. Además que la mujer desea con todas sus fuerzas ver las caras de Bernarda y Oriana al saberlo, pues las dos están interesadas en el dinero del muchacho.

Hernán le prohíbe a Fátima que sea amiga de la que él cree la querida de Luciano Rinaldi. Fátima defiende a Maria Elisa y cuando su padre está a punto de ponerle una mano encima, lo reta, jurándole que si la toca y maltrata como lo hace con su madre, ella sí lo denunciará.

En la fiesta de Maria Elisa, Oriana trata de agradar a Fabricio sin separarse de él a pesar que él solo tiene ojos para la festejada, delante de la cuál y los presentes, por petición de Luciano, confiesa el gran amor que siente hacia ella. Muestra un precioso anillo y le pide que acepte ser su novia. Ella acepta, alarmando a Oriana y Bernarda, la cual se encierra en su habitación y jura que no permitirá que la recogida arruine sus planes, mientras que Oriana hace una rabieta terrible y es burlada por Cecilia, quien al igual que Fátima, felicita a Maria Elisa, y le asegura que siempre serán primas, aunque no lleven la misma sangre. Desde ese momento, sin sospechar los planes que Luciano tiene para ambos, Maria Elisa y Fabricio viven su amor abiertamente.

Bernarda y Oriana intrigan contra Maria Elisa ante la gente. Son descubiertas por Fátima, quien por defender a su amiga también es atacada. La muchacha asegura que si envidian a su amiga es porque ella tiene el cariño de Luciano, mismo que ellas no se han ganado pues solo piensan en su propio beneficio , cegadas por la ambición. Oriana jura que los días de Luciano están contados y que Maria Elisa vivirá un infierno como paga por haberlas arrojado a ellas a la sombra y la caridad, robándoles sus derechos y el amor de Luciano.

Fabricio escucha las preocupaciones de Maria Elisa, quien teme a que tras la muerte de su tío tanto Bernarda como sus hijas la echen. Él le promete que no será así y que jamás quedará desamparada pues es la consentida de Luciano, quien la ama y no permitirá que sufra.

Hernán tiene un altercado con Sergio, su hijo, en el cual intervienen Inés y Fátima, quien asegura estar harta de los maltratos de su padre y propone a Inés que lo abandone y que demande el divorcio. Inés, religiosa, se niega asegurando que ese es el calvario que le tocó vivir, lo que Dios quiso para ella, y que debe aceptarlo con humildad. Fátima no se explica cómo la religión haya cegado el corazón y la mente de su madre.

Bernarda y Rosa discuten debido a las injusticias de la primera, quien abofetea a la sirvienta y le asegura que sus días también están contados. Acude a Luciano, a quien reprocha el haber permitido el romance entre la recogida y Fabricio a sabiendas de que Oriana está enamorada de él. Luciano asegura a su cuñada que no tiene nada de qué preocuparse, pues aunque Maria Elisa y Fabricio ahora se amen, al final será él quien de rodillas acuda a los brazos de Oriana. Bernarda le exige que le explique a qué se refiere pero el hombre, riendo malévolamente, le pide que tenga paciencia, pues todo cuanto ella siempre ha soñado para sí misma y sus hijas, se realizará, pero a su debido tiempo.

Fabricio se entera de que Luciano ha hecho cambios en su testamento. Se lo dice a Oriana, quien dice a su madre que su tío solo desea beneficiar a Maria Elisa. Bernarda acude al hombre y se desenmascara asegurando que ha aguantado sus desaires solo para heredarlo. Luciano confiesa saber que su hermano Ambrosio jamás la dejó desamparada, si no que ella se encargó de derrochar, de gastar, hasta perderlo todo. Ambos discuten y ella le jura que, cuando él muera, Maria Elisa tendrá que pagar todo cuanto ha obtenido con los años, así sea trabajando como sirvienta para ella y sus hijas. Luciano sufre un disgusto mientras Bernarda intenta convencer a Fabricio de que la consentida es muy poca cosa para él, quien debería poner sus ojos en Oriana, la cual es fina, distinguida, y muy pronto una rica heredera. Él se encuentra en secreto con Maria Elisa, quien está preocupada por Luciano, segura de que pronto llegará el momento en que abandonará el mundo. Fabricio propone a su amada que hable con su tío y le suplique que la herede y no la deje desamparada, mas ella asegura no desear nada si él ya no se encuentra con ella.

Cecilia visita a Sergio y se alarma al verlo golpeado. Él le pide que salgan de su casa pero son sorprendidos por Hernán, quien trata a la muchacha con cordialidad y dulzura, sorprendiendo a su familia. Hernán confiesa estar feliz por el romance de ella con Sergio y propone que los muchachos se casen pronto pues en el fondo él desea beneficiarse y obtener dinero para seguir con su alcoholismo. Inés y Fátima no pueden evitar mostrar vergüenza por la actitud del hombre.

Rosa encuentra accidentalmente el viejo diario de Bernarda. Lo lee y se alarma por lo que de inmediato se lo entrega a Luciano, a quien dice que la mujer es perversa, mala, y que no merece permanecer ni un minuto más en la mansión. Luciano descubre que Ambrosio no murió naturalmente, si no que su propia esposa lo envenenó lentamente. Alterado, acude a su cuñada, a la que echa de su casa, confesando saber las verdaderas causas de la muerte de su hermano. Bernarda jura que todo es mentira pero al ver su diario en manos del hombre no tiene más remedio que fingir y culpar a Rosa y Maria Elisa de calumniar en su contra. Luciano le jura que ni ella ni sus hijas volverán a recibir un solo centavo suyo aún después de su muerte pues cambiará su testamento por lo que la mujer decide preparar sus maletas pero se las ingenia al hacer que el hombre beba un té envenenado que en pocos minutos le arranca la vida. Tras su muerte, la malvada Bernarda aconseja a Maria Elisa que se prepare pues de ahora en adelante su vida será un calvario. Maria Elisa se desahoga con Fabricio, quien, ambicioso, le pide que se case con él, ocultando que desea es poseer la herencia que ella recibirá.

Hernán desea dejar solventado el futuro de Sergio y Cecilia ante Bernarda, quien deja claro que ella jamás permitirá que su hija menor emparente con el hijo de alguien como él, un teporocho muerto de hambre.. Hernán insulta a la mujer, quien lo abofetea. Él está por responder pero Sergio lo detiene.

Maria Elisa no se repone ante la muerte de Luciano. Rosa y Cecilia la consuelan. La tres saben que este suceso les cambiará la vida pues tanto Bernarda como Oriana se creen las únicas dueñas de absolutamente todo.

Fabricio busca entre los documentos de Luciano los últimos pagarés de una cuantiosa venta, los cuales él desea cobrar para no quedarse sin dinero pues debe cubrir las apariencias ya que no desea que nadie se entere que en el fondo él no tiene nada.

Benedicto asegura a Bernarda que ella no puede echar a Maria Elisa de la mansión Rinaldi pues la muchacha es como la hija de Luciano. Bernarda exige al sacerdote que le diga si su cuñado registró a su consentida como hija legítima. El sacerdote calla por lo que Bernarda jura que si Maria Elisa resulta ser hija de Luciano no tendrá más remedio que matarla a ella también. Tras el entierro de Luciano asegura a la muchacha que ella ya no tiene nada qué hacer en la mansión, pues no es de la familia. Maria Elisa es defendida por Rosa y Benedicto, quien la consuela y le pide que sea fuerte y no se marche hasta que el testamento de Luciano sea leído, pues solo entonces podrá tomar una decisión, mientras que Oriana cree que ahora que su familia herede universalmente a Luciano, Fabricio tendrá ojos solo para ella y no para la muerta de hambre de la consentida, pero Fabricio solo piensa en sus deudas y cree que solo casándose con Maria Elisa y administrando su fortuna él podrá seguir dándose la vida a la que en poco tiempo se acostumbró. Maldice la hora en que Luciano murió sin que él lograra hacerle firmar un documento que lo beneficiara económicamente.

Una gran sorpresa se llevan todos cuando en la lectura del testamento de Luciano se descubre que éste se disculpa con Maria Elisa, seguro de que al heredarla solo le acarrearía problemas que nunca terminarían, por lo que nombra a sus sobrinas Oriana y Cecilia como herederas universales, siendo Bernarda su albacea y dejando para Maria Elisa una carta que el padre Benedicto deberá entregarle. Debido a esto, Bernarda y Oriana le exigen a Maria Elisa que se marche con solo unas cuantas pertenencias personales y sin nada más, asegurando que ya bastante hizo Luciano con darle estudios y una buena educación. Maria Elisa obedece y por la noche, mientras cae una tormenta, se marcha y busca a Fátima, a quien cuenta su pena. Fátima la deja entrar a su casa pero Hernán prohíbe que la recogida pase la noche bajo su techo. Exige que se marche, por lo que Maria Elisa va en busca de Fabricio, a quien revela que Luciano ha nombrado a Oriana y Cecilia sus herederas universales, por lo que la han echado. La pobre Maria Elisa se lleva una terrible sorpresa cuando Fabricio le dice que él no se puede casar con ella y que lo mejor será que busque refugio en otra parte pues él no puede ayudarla. Maria Elisa se aferra a él, lo abraza y besa y con llanto le pide que no le haga eso en nombre del amor que se tienen pero él, decidido, le asegura que no la ama y que si no tiene dinero, un solo centavo, entonces no puede hacerla su esposa ya que él tampoco tiene nada qué ofrecerle. Al escuchar la verdadera historia de Fabricio, Maria Elisa asegura no importarle que sea pobre pues los dos han estudiado, pueden trabajar y salir adelante juntos. Fabricio se niega y la echa de su casa, no sin antes pedirle perdón y confesarle que se casará con Oriana. Bajo la lluvia, Maria Elisa llora amargamente hasta llegar a las puertas de la iglesia, las cuáles incluso están cerradas, hasta que tempranamente es encontrada por el padre Benedicto, quien la lleva a su cama, le ofrece un baño y comida. Llena de dolor, Maria Elisa asegura no tener a nadie ni a donde ir. Entonces él le entrega la carta y la llave que Luciano le dejó. En la carta, el hombre le pide a su protegida que acuda a la vieja hacienda La Consentida, en la cuál deberá permanecer sin abandonar el lugar, asegurando que con la llave descubrirá la verdad sobre su vida y podrá recuperar lo que a ella por derecho le pertenece. Se sorprende al saber que Luciano no la desamparó y le ha dejado una enorme fortuna en efectivo, misma que Benedicto ha guardado en maletas enormes, mismas con las que la muchacha emprende un viaje en tren y a pie hacia aquél remoto lugar que la aguarda, llorando por la gran perdida de Luciano y el rechazo de Fabricio, pero dispuesta a comenzar una nueva vida. Es así que, cruzando una selva tropical de cenotes y aguas cristalinas, Maria Elisa llega a Puerto del Cielo. Rendida por el calor, decide sumergirse en una laguna en la que pierde la llave que le fue entregada. La busca sumergiéndose una y otra vez sin lograr encontrarla, por lo que se preocupa. De pronto ve emerger del agua a un sensual y hermoso muchacho, quien sin decir nada le entrega la llave a luego marcharse. Maria Elisa sigue su camino hasta l bello pueblo de Puerto del Cielo. Allí va a dar a la “posada del mar”, propiedad de Alfonsina Mirón, quien se intriga al saber que la muchacha busca llegar a la hacienda. La instala y la presenta con Nisa, su hija, quien asegura que el camino a esa hacienda queda rumbo a su trabajo por lo que podrá acompañarla. Mientras, Alfonsina cuenta a la chica que las Mirón son una familia que ha salido adelante a pesar de las habladurías de la gente la cual juzga a Alfonsina por ser madre soltera desde el abandono de su marido, sacando avante a sus hijas. Nisa, la menor, buena y noble, sueña con que su madre rehaga su vida con un hombre que la quiera, mientras que Mayuya, ambiciosa y frívola, cree que su madre es vieja para amar y la culpa del abandono de su padre, situación que las hace enfrentarse constantemente. 
 
María Elisa les cuenta a Nisa y Alfonsina las razones por las que se encuentra en el Puerto del Cielo, sorprendiéndolas, por lo que Alfonsina le dice que hay una leyenda sobre La Consentida pues hace muchos años unos enamorados la fundaron pero repentinamente desaparecieron, dejando la hacienda a cargo de un corpulento y sensual hombre de apariencia ruda, Ezequiel Moreno, quien ha fungido como capataz desde siempre. Maria Elisa confiesa a Alfonsina que ella ha heredado la hacienda y que, como no tiene a donde más ir, tendrá que habitarla. Nisa y Alfonsina creen que una tempestad se avecinará pues Ezequiel es de armas tomar y se siente dueño y señor de la hacienda y sus alrededores.

A toda prisa, por la selva galopa Ezequiel Moreno persiguiendo a una hermosa jovencita que intenta escapar de él, corriendo. El hombre la alcanza, la toma con uno de sus brazos y se la lleva consigo hasta un lugar retirado, donde la deshonra y le jura que si dice una sola palabra de lo sucedido entre ellos, lo lamentará. Llega a La Consentida, donde Milagros, una vieja sirvienta, le jura que un día llegará quien lo ponga en el sitio que le corresponde y detenga sus mezquindades. Ezequiel no hace más que burlarse de ella y le asegura que si no fuera porque es protegida del conde, hace muchos años que la hubiera echado de “su” hacienda. Milagros le asegura que la hacienda no le pertenece y que tarde o temprano alguien la reclamará.

Rosa deja la mansión Rinaldi y acude a Benedicto para saber de Maria Elisa. Lamenta no haberse ido con ella y se preocupa por lo que pueda depararle el destino.

Nisa y Maria Elisa pasean por Puerto del Cielo, donde la consentida es presenta da ante Alcides y Tiberio Bravo, dueños de la verdulería y pequeño supermercado el cuál Tiberio trabaja desde hace años, despachando a casi todo el pueblo. Alcides, su hijo, es mudo, no habla con nadie, es el mejor amigo de Nisa y Maria Elisa lo reconoce. Es el sensual hombre que le entregó su llave hundida en la laguna y quien desde el momento en que ve a Maria Elisa siente una extraña fascinación por ella, mientras que Tiberio, hombre de trabajo en sus huertos, siente un gran amor hacia Alfonsina, y ella hacia él, pero ninguno se atreve a confesar sus sentimientos. Él le lleva legumbres a su restaurante, donde ambos parecen enamorados que no se atreven a confesar su amor. Son sorprendidos por Mayuya, quien asegura a Alfonsina que ese hombre la ama pero que jamás le permitirá que se una a un pobretón como él.

Bernarda exige a Benedicto que le entregue la carta que Luciano dejó para Maria Elisa pero éste le confiesa que ya se la ha dado a la muchacha, quien se encuentra demasiado lejos. Bernarda advierte al sacerdote que si ella se entera de que él ayuda a Maria Elisa se encargará de que pague muy cara su traición. El hombre asegura a la mujer que el Señor la castigará por su ambición desmedida. Bajo secreto de confesión, Bernarda le confiesa al sacerdote que ella asesinó a su marido al saberlo en la miseria y que se encargó de que Luciano muriera de la misma manera, así como que volvería a asesinar si alguien se interpone en sus planes. Atónito, el padre Benedicto reza y en sus plegarias pide a Dios que evite que la ambición de Bernarda alcance a Maria Elisa.

Maria Elisa se lleva una gran impresión ante la majestuosidad de la hacienda “La Consentida”. Con la llave dorada intenta abrir la reja de entrada sin lograrlo. No encuentra la manera de entrar. Nisa, quien la acompaña, se las ingenia para abrir. Ambas se encuentran cara a cara con Ezequiel, quien les exige que se marchen. Maria Elisa, aunque con miedo, se enfrenta y asegura que no se marchará ni en ese momento ni nunca pues es la legítima dueña del lugar. El hombre se burla de ella asegurándole que esa hacienda no tiene más dueño y señor que él por lo que la echa junto con su amiga. Maria Elisa llora y le pregunta porqué Luciano no le advirtió cuál sería su destino, mientras que Ezequiel teme a que en realidad la muchacha sea dueña de La Consentida, por lo que cree que debe deshacerse de ella antes de que los Cannavaro se enteren de que ha aparecido quien reclame el olvidado lugar.

Alcides no aparta de su pensamiento a Maria Elisa, despertando sospechas en Tiberio, el cuál está seguro de que su hijo se ha enamorado. Le pide que le cuente pero el muchacho, mudo, se niega siquiera a expresar lo que pasa por su mente y su corazón.

Sergio y Cecilia saben que mientras sigan con sus padres su amor no se realizará por lo que deciden huir. Accidentalmente, Cecilia se lo deja saber a Oriana, y, aunque después intenta hacerle creer otra cosa, Oriana teme a que su hermana cometa una locura y pierda la parte de su herencia gastándola con un muerto de hambre como Sergio Esquivel por lo que revela a Bernarda los planes de su hermana. La ambiciosa madre se las ingenia para encerrar a Cecilia bajo llave y así evitar que vea a Sergio. Cecilia con llanto le suplica que la deje ser libre pero Bernarda asegura que eso será cuando encuentre un hombre millonario que les de a las dos lo que merecen. Cecilia se siente derrotada y preocupada por Sergio, quien con maletas la espera en el parque pero ésta nunca llega por lo que acude a Fabricio, quien le confiesa amar a Maria Elisa más que a su vida. Sergio le recrimina el haberla rechazado al saberla desprotegida y entonces Fabricio le confiesa la verdad: Él no pertenece a una familia de abolengo, no tiene nada, pues al igual que a Maria Elisa, Luciano lo ayudó a él también y lo nombró su mano derecha, le inventó una falsa identidad para no recibir más reproches por parte de Bernarda, quien toda la vida lo ha querido ver casado con Oriana, a quien el muchacho, acorralado por la miseria, le asegura haber recapacitado y darse cuenta del amor que en el fondo siempre sintió por ella. Le cuenta cuánto despreció a Maria Elisa y le propone matrimonio. Oriana, vanidosa y orgullosa, acepta, y cuando se lo hace saber a su madre, ésta la felicita y le asegura que ahora sí serán inmensamente ricas, mientras que Fabricio confiesa a Sergio saber que será infeliz, pero no menos de lo infeliz que sería al no tener absolutamente nada para darse la vida a la que se acostumbró.

Al salir de la iglesia, la sombría solterona, Solita Gallardo, es observada por Maria Elisa, a quien Nisa y Mayuya le cuentan que la mujer cree que el hombre de su vida un día llegará de tierras lejanas por ella. Se burlan de la situación, mientras que Maria Elisa se lamenta pues cree que debe ser terrible la situación de la mujer, a quien nadie se le acerca por creerla una amargada. Al llegar a casa, Solita recibe a Alcides, quien le lleva las frutas y legumbres. Cuando Mayuya ve entrar al mudo en casa de la señorita, suelta una carcajada y asegura que todo el pueblo tiene que saber que Alcides no es un santo ni que Solita tenga algo de señorita. Se burla del muchacho al verlo salir y este, al percatarse de la presencia de Maria Elisa, enfurece y se marcha a hacer una visita al viejo Fortunato Buendía, un viejo sabio y adinerado que vive en una villa a las afueras del pueblo y con quien juega ajedrez. Le dice estar enamorado y harto de las burlas de Mayuya. Fortunato ríe de la situación y le cuenta al muchacho cómo amó a una mujer que decidió seguir otro llamado antes que el de su amor. Se lamenta y confiesa vivir amargado desde entonces.

Bernarda ofrece dinero a los Esquivel a cambio de que se vayan lejos. Hernán, alcoholizado, está a punto de recibir el dinero pero Fátima se interpone y dice sus verdades a Bernarda, quien la abofetea y se marcha no sin antes advertir a Inés que si no frena a su hijo será ella quien lo haga ante las autoridades por enredar a Cecilia, a quien Fabricio le dice que Sergio se encuentra bien y que la estará esperando. Ambos cruzan miradas ante Oriana y Bernarda quienes gozan seguras de que Maria Elisa se encuentra en la miseria, tal como estuvieron ellas mientras la tuvieron presente en sus vidas.

Inés le pide a Sergio que regrese a su trabajo y se olvide de Cecilia pero el muchacho está más que decidido a ser feliz con su amada. Nota que su madre tiene golpes en la cara. Le pide que le diga qué pasó ahora e Inés confiesa que Hernán la ha vuelto a maltratar debido a la presencia de Bernarda en su casa. El muchacho decide enfrentar a su padre, al que ya no tiene miedo y saca de la casa de su madre y hermana, exigiéndole que no regrese nunca. Las mujeres lloran y Fátima siente alivio pero no Inés, quien teme a que la gente murmure sobre ella. Los hermanos piden a su madre que deje de sacrificar su bienestar por complacer a los demás, los cuales de todos modos hablan y se ríen de ella.

Ezequiel busca a Maria Elisa por todas partes. Llega a la verdulería de Tiberio, quien lo cuestiona sobre los motivos que tiene para dar con la fuereña. Ezequiel se niega a hablar y entonces Tiberio le dice que esa muchacha es la legítima dueña de La Consentida, que él lo sabe así como muchos otros en el pueblo y que dentro de poco a Ezequiel Moreno le llegará su hora. El malhechor tira los canastos de Tiberio, a quien le advierte que no se meta con él o acabará igual que su difunta esposa, la cuál nunca apareció. Tiberio está a punto de enfrentarse a golpes con Ezequiel pero en ese momento llega Alcides y lo detiene. Ezequiel se va y entonces Tiberio le pide a su hijo que busque a Alfonsina y le advierta del peligro que corre Maria Elisa, quien acude a un día de campo con Mayuya. De pronto las muchachas ven pasar un lujoso automóvil. Feliz, Mayuya les dice que es el amor de su vida, el Conde de Cannavaro, quien ha regresado después de muchos años y por lo cuál Nisa fue contratada en la casa grande. Ilusionada, cuenta que el hombre es el más apuesto que ha conocido en la vida y al cuál conquistará a como de lugar, pues es el hombre que ella se merece. Nisa pide a su hermana que no sueñe tan alto y Maria Elisa le asegura que el dinero no hace a los hombres buenos. Mayuya asegura a su amiga que si no se arma de valor y no enfrenta a Ezequiel Moreno, éste jamás accederá a entregarle su hacienda.

El amargado conde de Cannavaro ha regresado a Puerto del Cielo después de años debido a su hermano, Aldo, quien ha perdido la movilidad en las piernas. Los acompaña su tía Lucrecia, quien los procura a pesar de que los dos son fríos y distantes. Damián quien vive con el recuerdo de su antigua esposa, la cuál murió debido a una terrible enfermedad, asegura haber sufrido demasiado en la vida, pues todos los seres a los que ha amado le han sido arrebatados, por lo que de ahora en adelante se encargará de cuidar de su hermano, de luchar hasta que él vuelva a ser el hombre que era, mientras que en su habitación, al recordar el accidente que sufrió y por el cuál estuvo a punto de perder la vida, Aldo sufre postrado en una silla de ruedas, seguro de que nunca más volverá a caminar. Desde un ventanal admira la belleza del paraíso al que ha llegado a residir. De pronto es impresionado por la belleza de Nisa, quien recolecta flores sin sospechar que el muchacho la está mirando.

Maria Elisa se presenta en La Consentida y allí tiene un encuentro con Milagros. Es sorprendida por Ezequiel, quien la corre. Esta vez Milagros interfiere y exige al hombre que respete a la muchacha, la cuál es la patrona de la hacienda. Lo reta a hablar con el conde de Cannavaro. Ezequiel jura que no le arrebatarán lo que le pertenece.

Abril 2014. Lucrecia se encuentra cara a cara con Ezequiel, a quien le dice que ha regresado a reclamar lo que ellos saben que por derecho le corresponde. Él trata de explicar a la mujer que hay problemas pero ella ya está decidida: hace mucho tiempo que le dio cantidades de dinero para que se encargara de comprar la hacienda en la cuál se le ha permitido vivir por los últimos diez años y en la cuál ella ha decidido instalarse. Ante ellos aparece Maria Elisa, quien se presenta como la dueña de La Consentida, sorprendiendo a Lucrecia, a la que pide que ordene a su criado que no se acerque a su propiedad o tomará medidas extremas. Esto hace que Lucrecia abofeteé salvajemente a Ezequiel, al que no deja de llamar estúpido y al que exige que le devuelva todo el dinero que le ha dado durante tanto tiempo. Él le pide que no pierda los estribos pues no todo está dicho y aún pueden adueñarse de la propiedad.

Benedicto se niega a casar a Oriana y Fabricio, asegurando a Bernarda que el muchacho no está enamorado de su hija, si no de otra mujer: Maria Elisa. A pesar de la negación del sacerdote, Bernarda y Oriana comienzan los preparativos de la boda mientras que Fabricio sufre con el recuerdo de Maria Elisa. Cecilia se da cuenta de ello y le hace saber a su hermana que cometerá un error casándose con un hombre que no la ama pero Oriana, vanidosa, asegura que a ella cualquier hombre la amaría, pues no hay nadie que se le iguale en toda Villa Florencia y menos ahora que tiene mucho dinero.

Alcides cuenta a Fortunato de la llegada del conde y de lo que sucede con La Consentida. Fortunato reacciona y pegunta demasiadas cosas que el sordomudo no puede contestar. El muchacho se va y el anciano se intriga, creyendo que puede ser posible que suceda lo que él se esperaba. Prepara su equipaje dispuesto a hacer un viaje inesperado.

Damián se pregunta cuándo será el día en que termine con la búsqueda que comenzó hace tantos años y que no ha tenido resultados. Habla con Aldo, a quien alienta para que visite los jardines de la casa grande, que trate de animarse, pero éste asegura no querer nada, pues no hay nada que le haga recuperar el movimiento.

Maria Elisa toma posesión de La Consentida junto con las Mirón. Ezequiel aparece para amenazarlas con un arma y echarlas pero se presentan Tiberio y Alcides, quienes se enfrentan al hombre usando la fuerza y lo sacan. Milagro le asegura al hombre que le ha llegado su hora y él les jura a todos que se arrepentirán. Acude a Damián y le dice lo que sucede en La Consentida. El conde le recuerda que le permitió vivir en esa hacienda solo por un tiempo, mientras alguien más llegaba a habitarla. Asegura que ese día ha llegado y que si Maria Elisa asegura ser la dueña, entonces no debe molestarla. Pero Ezequiel no desea perder su poder y jura que recuperará la propiedad. Se topa con Abundio, padre de la muchacha que violó y que lo amenaza con machete en mano. Ezequiel es fuerte, por lo que no le cuesta asesinar al hombre y cargarlo hasta su choza, la cual incendia de inmediato.

Damián pone a Nisa al cuidado de Aldo, quien se porta grosero y la desprecia. No le da la cara, pero la mira por medio de un espejo. Cuando la ve llorar se sensibiliza pero no hace nada por pedir perdón. Ella sale y es descubierta por Lucrecia, quien le dice que si no se siente capaz de lidiar con Aldo entonces la despedirá y contratará a una verdadera enfermera. Cuando Nisa cuenta a su familia lo sucedido, Mayuya le pide que la lleve a la casa grande, pues está dispuesta a enamorar a Damián y convertirse en condesa. Alfonsina y Nisa se ríen de ella, pues seguras están de que hombres como el conde nunca se fijarán en mujeres como ellas.

Tibero advierte a Ezequiel que él y Alcides cuidarán de Maria Elisa para asegurarse de que el malvado hombre no intente hacerle daño. Ezequiel señala a Tiberio con una navaja y afirma no tenerle miedo.

Maria Elisa hace amistad con Solita, quien la invita a su casa y le muestra las pinturas que ha hecho a lo largo de su vida, y algunos de sus recuerdos. Asegura a Maria Elisa recordarle a una vieja alumna que tuvo y que repentinamente desapareció del pueblo. Una mujer a la que conocieron ella, Fortunato... y milagros, a quien la muchacha pregunta quien fue. La sirvienta evade hablar del pasado y visita a Fortunato, quien se sorprende al saber que en verdad las sombras del pasado han regresado. Toma una vieja fotografía de la mujer que una vez amó y asegura que la aparición de la muchacha no reparará lo sucedido en el pasado.

Zuleika, quien siempre ha estado enamorada de Ezequiel, lo recibe e instala en la mansión Cannavaro. Le asegura haber rezado mucho para que llegara el día en que él se instalara en en el lugar, para tenerlo cerca y sentir a todo momento su calor de hombre. Lo besa y hacen el amor pero él no deja de pensar y jura que se vengará de Maria Elisa.

Tiberio confiesa a Alfonsina sus preocupaciones por Alcides, quien por ser sordomudo quizás nunca podrá tener una compañera. Mayuya los descubre hablando cariñosamente y acusa a su madre de ser una mujerzuela. Alfonsina la abofetea y Tiberio le exige que respete a la mujer, pero Mayuya no hace más que maldecir al hombre. Burlona, la chica le dice que Alcides tiene con quien desfogarse: Solita Gallardo. Alfonsina y Tiberio se asombran con lo que escuchan. El hombre no sabe cómo preguntar a su hijo si eso es verdad y cree que como hombre el chico busca solo la manera de sentirse amado a sabiendas de sus discapacidades por lo que acude a la maestra Solita para darle las gracias por lo que hace por su hijo. La vieja mujer lo abofetea, confundiéndolo todavía más.

En los jardines de la casa grande, Aldo intenta ponerse de pie desde su silla de ruedas, cayéndose. Se arrastra hasta sentarse por si mismo y llora seguro de que jamás caminará. No se da cuenta de que, a lo lejos, lamentándose, Nisa lo observa. Después es molestada por Zuleika, quien no deja de cargarle trabajo. Las dos mujeres pelean y cuando Lucrecia las descubre, Ezequiel defiende a su amante. Lucrecia amenaza a Nisa con correrla pero Damián intercede, defendiéndola, y discute con su tía pues la mujer se niega a perder La Consentida. El conde asegura que cumplirá la promesa que hizo a su padre y que si Maria Elisa es la hija de la mujer al que el difunto quiso proteger entonces él cumplirá con su deseo. Lucrecia hace una rabieta.

Sigiloso, Ezequiel espía a Maria Elisa y Alcides bañándose en la laguna. Les apunta con un rifle. Dispara, pero solo para asustarlos, haciendo que se marchen. En el camino, Maria Elisa se topa con Damián, quien se admira por su belleza. Aparenta ignorarla y sigue su camino. Más tarde e presenta en La Consentida y el corazón de Maria Elisa late fuertemente. Entre ambos hay una fuerte atracción. Le da la bienvenida y le pregunta qué ha hecho con su vida mientras se encontraba lejos. Promete que la ayudará a sacar la hacienda avante mientras que Mayuya no deja de comportarse como una resbalosa, por lo que su madre y hermana le exigen que se comporte. La muchacha entonces reclama a su madre que tenga algo que ver con Tiberio. Alfonsina asegura que ella y Tiberio se aman y que es justo que rehaga su vida con el hombre del que siempre estuvo enamorada. Furiosa, Mayuya, le recrimina a Alcides tener un padre pobretón que pretende enamorar a su madre para hundirla más en la miseria.

Fabricio teme a que Oriana y su familia sepan que él no tiene absolutamente nada, por lo que agiliza los trámites para casarse con Oriana. Ella se entrega a él en cuerpo y alma, mientras que Bernarda, feliz, cree que por fin la vida le ha hecho justicia, mientras que Cecilia sufre por no ser feliz con Sergio. Inés aparece a rogarle a Bernarda que permita que los muchachos sean felices. Bernarda decide que así será y propone que hagan una cena para hacer las paces. Cecilia y Sergio, felices, creen que ya no hay ningún obstáculo para que se quieran. No sospechan que Bernarda tiene un perverso plan para separarlos y en una lujosa fiesta anuncia en sociedad el noviazgo de su hija Cecilia con Sergio Esquivel, a quien da una bebida llena de veneno con la que brinda. Hay tanta gente en el lugar, que se ofrece un baile. Ante tantas vueltas, Sergio comienza a sentirse mal. Aún así nada impide que disfrute su noche pero por la mañana se siente terriblemente mal. Intenta pedir auxilio pero no puede por lo que sale de su habitación y al intentar bajar las escaleras se desmaya y cae por un barandal y pierde la vida llenando de gran dolor a su Inés y Fátima.

Cecilia sufre al enterarse que su amado Sergio ha muerto. Tal noticia alegra a la malvada Bernarda, quien asegura que ahora sí ya no habrá nada ni nadie que le impida vivir con absoluta tranquilidad. Piensa en Maria Elisa y se pregunta como estará, esperando que la muchacha sufra por todo el daño que, según la mujer, les causó a ella y sus hijas.

Tras el entierro de Sergio, Hernán culpa a Inés por todo lo que ahora sufren. Alentada por su propia hija, Inés decide tomar sus cosas y abandonar a su marido. Fátima decide acompañarla, por lo que el hombre se queda completamente solo.

Maria Elisa es acorralada por Ezequiel, el cuál le jura que la matará. De la nada aparece un sensual hombre que defiende a la muchacha, golpeando y ahuyentando al malhechor. Maria Elisa no sabe cómo pagarle . Él se presenta como Jacinto León y le pide trabajo jurando saber protegerla. Milagros asegura que en la hacienda hace falta un hombre, por lo que Maria Elisa lo contrata. Jacinto asegura que él se encargará de sacar adelante el lugar, provocando los celos de Alcides, quien se muestra descontento por la presencia del nuevo empleado, el cual es amable y cercano a Maria Elisa. Cuando Mayuya conoce a Jacinto, queda flechada con su sensualidad.

Damián no deja de pensar en la belleza de Maria Elisa y habla con Aldo, a quien le dice que ha conocido a la mujer más bella del mundo. El minusválido le recuerda que pronto se casará con Penélope. El conde asegura cada vez sentirse más lejos de amar a esa mujer impuesta por Lucrecia, la cual teme perder La Consentida y decide actuar de inmediato pues si no puede convencer a su sobrino Damián de echar a Maria Elisa, entonces ella debe hacerlo por su propia cuenta. Habla en privado con Ezequiel y le exige darle un buen susto para hacerla huir por lo que durante la noche, mientras Maria Elisa duerme, Ezequiel entra disfrazado en la hacienda junto con Branco, un trabajdor de los Cannavaro. Ambos dan un gran susto a la muchacha, quien valiente intenta defenderse pero es golpeada en la cabeza por Ezequiel, quien cree que la han matado y asusta a Branco, quien sale huyendo. El malhechor le dice a Lucrecia que si Maria Elisa en verdad es la absoluta dueña de la consentida y ha muerto, entonces ya no hay nada que los detenga en sus planes. Lucrecia se siente feliz mientras que, a solas, Ezequiel piensa en cómo hará para deshacerse también de Lucrecia pues quiere la hacienda para él.

Jacinto descubre a Maria Elisa herida y junto con Milagros la cura. El peón se presenta en la mansión Cannavaro y ante Damián acusa a Ezequiel de haber atacado a la muchacha. Lucrecia defiende a su empleado y discute con su sobrino, el cuál le jura que si llega a enterarse que ella está detrás de lo que le sucedió a Maria Elisa, entonces tomará represalias, pues la conoce y sabe hasta donde es capaz de llegar por conseguir lo que desea. El conde acude a Maria Elisa para alegrarla diciéndole que dentro de poco llegarán los bultos de semillas que sembrará, sorprendiendo a Mayuya y Alfonsina, quienes creen que el hombre está interesado en la muchacha. Damián pide a Maria Elisa que le diga qué fue lo que pasó. Ella le cuenta los problemas que ha tenido con Ezequiel desde su llegada, mientras que a éste lo abofetea Lucrecia, quien lo acusa de ser un estúpido y no haber logrado matar a Maria Elisa, quien pudo haberlo reconocido al igual que Jacinto por lo que ahora, sin importar el método, tienen que desaparecerla definitivamente, pues se le ha metido a Damián por los ojos.

En un lujoso crucero, Vanessa Martucci se pasea causando admiración en los hombres por su belleza. Se entrega con pasión a Gael, quien la ama y lamenta que su aventura tenga que terminar pronto, pues se reencontrarán con el prometido de ella y el mejor amigo de él: Damián Cannavaro, con quien Penélope se casará dentro de poco.

Bernarda aconseja a Cecilia que busque un marido millonario que le de lo que Sergio ya no pudo darle, pues de nada le servirá la ilimitada fortuna que heredó si se pudrirá sola con su dinero. Bernarda opina que Cecilia no es igual a Oriana, pues es tonta, conformista y menos agraciada, y seguramente mal gastará su fortuna en estupideces por lo que le exija que le ceda la mitad de su herencia, pues al ser la hija menor, debe velar por ella y su bienestar económico. Cecilia sorpende a su madre y hermana al revelar que no lo hará y que ha decidido convertirse en monja. Bernarda intenta impedirlo cuando un grupo de monjas llega por ella. Cecilia asegura a Fabricio saber su verdad y compadecerse de él, pues al casarse con Oriana firmó su sentencia de muerte.

Aldo intenta ponerse de pie en el jardín y está a punto de caerse pero de pronto Nisa aparece y lo ayuda, sujetándolo. Él, hiriente, la corre pero ella le pide que la deje ayudarlo, segura de que él puede volver a caminar. Lo ayuda a dar unos pasos que al hombre causan felicidad. Entonces accidentalmente ambos caen y al estar él sobre ella, están a punto de besarse pero son descubiertos por Lucrecia, quien angustiada acude a levantar a su sobrino. Reprende a Nisa pero entonces Aldo la defiende. 

Lucrecia no entiende como sus dos sobrinos siempre defienden a esa criada. Aldo asegura que Nisa no es ninguna criada y que desde ahora quiere que ella deje de encargarse de sus quehaceres y solo sea su enfermera. Lucrecia se opone pero cuando el inválido lo habla con Damián, este accede por lo que pide a Nisa que deje de ser una simple sirvienta y se encargue de alentar a su hermano, quien gracias a ella ha recuperado el interés por vivir y caminar.

Mayuya no deja de insinuársele a Jacinto, a quien lleva tortas y bebidas a los sembradíos, causando las burlas de los demás peones. La muchacha asegura estar ansiosa por que él la invite a salir pero él la rechaza dejando claro estar enamorado de otra mujer. Cuando Mayuya descubre que esa mujer es Maria Elisa, se burla del hombre, asegurándole que alguien como su patrona jamás pondría los ojos en él. Tiberio aconseja a Jacinto que se olvide de lo que siente por Maria Elisa y se de una oportunidad con Mayuya, quien realmente está interesada en él. Jacinto, en su soledad, medita las palabras de Tiberio y decide buscar a Mayuya, a quien le pide que sea su novia. Mayuya, emocionada, lo acepta y lo besa.

Milagros cuenta a Damián que Maria Elisa es una muchacha educada, fina, pero dispuesta a todo por echar a andar su hacienda pues pasa horas en el campo con Jacinto, Alcides y Tiberio. El conde acude a las siembras y pide a la muchacha que lo acompañe. La lleva a una maravillosa cascada en la que confiesa estar sorprendido y enganchado a ella. Ambos se mojan entonces en el lugar y nadan. Sin querer, la atracción hace que se den un fuerte beso. Al regresar a casa, Maria Elisa es sorprendida por Ezequiel, quien enmascarado intenta arrojarla al precipicio sin resultado pues Alcides la ha seguido y la salva. Al sentirse en los brazos del hombre, éste la besa para entonces, tras rescatarla, echarse a correr, dejándola sola. Maria Elisa se presenta en la mansión Cannavaro donde exige hablar con Damián, desafiando la autoridad de Lucrecia, quien desde ese momento la declara su enemiga. Sin embargo el conde recibe a la muchacha, quien le dice estar segura que Ezequiel no la dejará en paz hasta no vengarse de ella. Damián asegura al hombre que si insiste en atentar contra la vida de la muchacha se verá obligado a desterrarlo de Puerto del Cielo para siempre.

En la fiesta de cumpleaños de Tiberio, Maria Elisa conoce a Fortunato, el cual se sorprende al verla y le asegura que es idéntica a su madre. Maria Elisa pide al hombre que le diga si sabe algo de sus padres y éste le pide a Alcides que lleve a la muchacha a su casa mas tarde. Todos se sorprenden ante la repentina presencia de Damián y Aldo, quienes se acercan a Maria Elisa y Nisa. Mayuya, admirada por la belleza del conde, cuando se topa con Ezequiel éste le asegura que si ella lo ayuda a que Maria Elisa se vaya de Puerto del Cielo para siempre, él la ayudará para que se case con el conde. Cegada por la ambición, Mayuya acepta y se presenta en la mansión, donde coquetea con Damián, despertando la furia de Lucrecia, a quien Ezequiel revela que la muchacha es solo un anzuelo para cazar a un pez muy grande. Los villanos ríen en complicidad. Después Solita descubre a Mayuya hablando con Ezequiel y se lo dice a Alfonsina. La mujer exige a su hija que le diga qué se trae con el hombre pero Mayuya se niega a decirle y la ofende. Nuevamente Alfonsina la abofetea y llora ante sus insultos para luego desahogarse con Tiberio, el cual intenta hablar con la muchacha pero ésta solo lo ofende.

Maria Elisa le dice a Damián que está dispuesta a descubrir quienes fueron sus padres y porqué la abandonaron a las afueras de la mansión Rinaldi. La muchacha es apoyada por el conde, quien cree que cuando ella descubra la verdad, su amor por él se esfumará. Maria Elisa visita al viejo Fortunato, quien le dice que la historia de amor de sus padres fue como una novela y que se amaron fuertemente. Tanto, que estuvieron juntos hasta su muerte. Maria Elisa entonces cree que si fue a dar a las puertas de la mansión Rinaldi fue porque en verdad era una huérfana. Al escuchar tal apellido Fortunato se sorprende y asegura que él conoció a Luciano Rinaldi. No dice nada más y pide a la muchacha que se marche, angustiado. Alcides pide a Maria Elisa que se vayan y regresen después. Ella está completamente confundida y llora pues descubre que Luciano siempre supo quienes fueron sus padres pero jamás se lo dijo.

Fabricio es nombrado administrador de la fortuna Rinaldi y él cree que de ahora en adelante podrá manejar a Oriana y Bernarda a su antojo para hacerse de una pequeña fortuna. Se aterra cuando al encontrar documentos ocultos por difunto Luciano descubre que fue un error haberse casado con Oriana y que en realidad debió casarse con Maria Elisa.

Lucrecia recibe a Vanessa y Gael, quienes han llegado decididos a quedarse. Damián se sorprende ante la inesperada visita y Lucrecia aconseja a la pareja que comiencen a planear su boda. Damián evita estar con su novia y reclama a Lucrecia haberla invitado, confesando a Gael haber conocido a alguien. Son escuchados por Zuleika, quien se lo cuenta a Ezequiel, el cual se lo informa a Lucrecia, quien cree que si entre Maria Elisa y Damián existe algo, ella jamás podrá apoderarse de La Consentida por lo que ordena a Ezequiel que asesine a su enemiga a como de lugar. Éste no deja de espiarla todo el tiempo y descubre entonces que entre la muchacha y Damián ha nacido un amor pues los ve besándose mientras él intenta decirle a su amada que su vieja prometida se encuentra en su mansión.

Zuleika molesta a Nisa, quien finalmente le responde con una cachetada. Zuleika se abalanza contra ella y la desgreña. Causan tal alboroto, que Lucrecia aprovecha lo sucedido para correr a Nisa. Esta se marcha y cuando la mujer  nombra a Zuleika la nueva asistente de Aldo, este rechaza a Zuleika y habla con Damián, quien acude a Nisa para pedirle que regrese. Ella se niega rotundamente confesando estar cansada de los maltratos de Lucrecia, a quien el conde reclama el interferir en su vida y la de su hermano, quien sufre por la ausencia de Nisa pues cree que se ha enamorado de la sirvienta.

Mayuya intenta convencer a Maria Elisa de que quizás deba radicar a una ciudad en la que encuentre a gente como ella. Ante la insistencia de Mayuya, Maria Elisa se confunde y habla con Milagros, quien le asegura que la muchacha anda metida en algo y que si le ha dado tales consejos no es por nada bueno. Maria Elisa pide a Milagros que le diga lo que sabe de sus padres sin respuesta pues la sirvienta se niega a hablar del pasado. Mientras, Mayuya se besa con Jacinto sin dejar de pensar en Damián, segura de que será para ella. Al soñar sola, es descubierta por Alfonsina, quien llena de dolor revela a Tiberio que su hija se ha unido a Ezequiel contra Maria Elisa.

Fortunato aconseja a Alcides que luche por Maria Elisa pues el hecho de que sea mudo no le impide amar y él tiene muchos atributos y para enamorar a cualquier muchacha. Cuando Tiberio descubre que Alcides está enamorado de Maria Elisa. Le pide que destruya ese amor pues la muchacha nunca le corresponderá pues está enamorada de Damián, pero Alcides no lo acepta y llora en silencio, seguro de que solo puede amarla a ella.

Nisa conoce la casa de Solita y se sorprende al mirar tantas piezas de arte. La mujer le confiesa que ella alguna vez estuvo enamorada del hijo de un príncipe y que nunca tuvo el valor de luchar por ese amor, por lo que ahora quiere ayudarla a ella con el arma más poderosa que pueda tener una mujer: Su educación, por lo que comienza a prepararla.

Gael insinúa a Damián que Vanessa quizás lo engaña con otro hombre. Damián se lo pregunta a la mujer, quien tiene un fuerte enfrentamiento con Gael, quien le asegura no estar dispuesto a perderla, mientras que Damián no deja de pensar en el veneno que Gael ha depositado en él, ni en Maria Elisa, a la que busca para besarla y decirle que Lucrecia se interpondrá a su amor y para ello ha invitado a Vanessa a pasar una temporada en el lugar. Maria Elisa siente celos pero se convence de que si ama al conde, deberá enfrentarse a todos los obstáculos que les impedirá estar juntos.

Mayuya dice a Ezequiel que Maria Elisa no se marchará hasta no saber la verdad sobre sus padres. Cuando Lucrecia se entera de esto, carcajea y decide tenderle una trampa a la muchacha por lo que le manda con Branco una nota donde la cita para decirle toda la verdad sobre sus padres. A pesar que Milagros la persuade del peligro que corre, Maria Elisa acude acompañada de Jacinto. A medio camino alguien les dispara y el empleado, quien protege a la muchacha, resulta herido. Los malhechores huyen y la chica regresa a la hacienda, donde Milagros cura al peón y advierte le advierte a ella que, mientras permanezca en la hacienda, su vida correrá peligro. La muchacha, decidida, toma su caballo y se presenta en la mansión Cannavaro, donde delante de Damián acusa a Lucrecia de haberle tendido una trampa para matarla. Esto causa un terrible conflicto entre el hombrey su tía, a la que jura que si descubre que ella y Ezequiel están detrás de todo, lo lamentará pues será él quien revele la verdad de lo que sucedió hace tantos años. Lucrecia se lo prohíbe pero Damián está más que decidido a defender a Maria Elisa, ante la cual Vanessa se presenta como la prometida del conde, causándole gran dolor que la hace marcharse, desilusionada.

Branco intenta seducir a Zuleika, quien le coquetea. Son descubiertos por Ezequiel, quien golpea al muchacho causando la risa de la sirvienta, quien disfruta al verlos pelear. Más tarde los amantes fornican y Ezequiel promete a la mujer que cuando tenga mucho dinero le comprará una hacienda, donde ella será la patrona.

Damián pide a Maria Elisa que, por su propio bien, se marche por un tiempo. Ella se niega argumentando que no puede irse de lo que por derecho le pertenece. Entonces la lleva a la posada de las Mirón, donde la besa y le promete que él la ayudará. Se encuentran con Nisa, a quien el conde pide que regrese a trabajar pues Aldo la necesita. La muchacha acude a la mansión pero Zuleika le impide entrar. Ella aún así lo hace y se enfrenta a Lucrecia asegurando que solo recibe ordenes del conde. Se presenta ante Aldo, quien se aferra a ella y le pide que nunca más lo abandone. La besa y Nisa le corresponde, alarmando a Lucrecia, quien se encierra en su habitación, piensa en el pasado y huele la camisa que guarda del hombre que amó. Jura que a pesar de haberse quedado sola al final no se arrepiente de todo lo que en el pasado sucedió. Pasado por el cual desea poseer La Consentida, que es el más grande recuerdo viviente de su dueño, Iñigo Cervantes, el amor de su vida. 

Mayo 2014. Vanessa se siente desairada por lo que busca a Gael para desahogarse. Este le pide que se marchen los dos y hagan una vida juntos pero ella se ha empeñado en hacer que Damián la ame así sea para despreciarlo después. Gael la besa lleno de pasión y entonces tienen intimidad y son descubiertos por Nisa, quien aterrada por lo que acaba de descubrir se aleja y decide callar lo que ahora sabe.

En su soledad, Lucrecia piensa en el pasado y huele la camisa que guarda del hombre que amó. Jura que a pesar de haberse quedado sola al final no se arrepiente de todo lo que en el pasado sucedió. Pasado por el cual desea poseer La Consentida, que es el más grande recuerdo viviente de su dueño, Iñigo Cervantes, el amor de su vida.

Aldo no deja de exigir la presencia de Nisa a su lado por lo que intenta bajar las escaleras y roda, siendo sorprendido por Damián y Gael, quienes lo levantan. El muchacho insiste en ver a Nisa y jura que no se recuperará si no es ella quien lo ayuda. Nisa se presenta ante él y lo lleva al jardín. Allí hablan de Damián y Vanessa y Nisa asegura que esa mujer es mala, mas se niega a decir los motivos que la hacen pensar eso.

Damián y Maria Elisa se pasean por el campo. Nadan desnudos en la laguna, se pasean por el pueblo y se besan apasionadamente. Son sorprendidos por Vanessa, quien reclama al conde su engaño. Se abalanza contra la muchacha, pero el hombre impide que la toque. Se la lleva, hablan sobre su relación la cuál él da por terminada. Vanessa se queja con Lucrecia, a quien le dice que entre Damián y Maria Elisa hay algo. Lucrecia aconseja a la mujer que haga todo lo que esté a su alcance para seducirlo así se tenga que meter en su cama y embarazarse pero Vanessa cree que embarazar a un hombre para atraparlo es de lo más bajo por lo que considera tomar medidas extremas. Lo habla con Gael, quien le asegura que si hace daño a Maria Elisa y Damián está enamorado de ella, lo pasará muy mal. Aún así, Vanessa está más que decidida y se presenta en la posada para abofetear a su enemiga, a la que exige que se aleje de su prometido. La amenaza de muerte.

Cecilia ayuda en un remoto refugio en el que cuida de una vieja mujer, Elena, quien no habla con nadie. Esta mujer recibe la visita de Fortunato, quien le dice que debe ser fuerte, luchar, volver a encontrarle un sentido a la vida pues el pasado ha regresado para re acomodarse y Maria Elisa ha regresado. La mujer asegura que ella no luchará por absolutamente nada, así como espera que ni él ni Milagros abran la boca. Fortunato llora asegurando que jamás se podrá perdonar el no haber hecho nada en el pasado, pudiendo evitar la desgracia que callan. Elena le asegura que el destino se cobró el error gravísimo que cometió su hija al enamorarse del hombre equivocado y que por ello tuvo que pagar con creces.

Fabricio cree que la fortuna que Luciano dejó a su cuñada y sobrinas es falsa como todo lo que él creo durante toda su vida por lo que revisa todos los documentos del hombre y en un lugar secreto descubre un documento dirigido a él. Allí Luciano se burla de él, seguro de que si está leyendo el documento es porque tras su muerte despreció a Maria Elisa para casarse con Oriana. Le pide que lea el resto de los documentos y tras hacerlo, Fabricio se estremece, pues Luciano nombró a sus sobrinas herederas universales de cuentas en cero y una que pronto está por vencer con poco dinero, por lo que, debido a tantos gastos que han hecho, ¡las mujeres se han endeudado sin ni siquiera saberlo! Fabricio se atormenta. No lo puede creer y se los hace saber a las mujeres, quienes llenas de temor acuden a los bancos y, en efecto, descubren que desde mucho antes de morir Luciano retiró grandes cantidades de dinero. Oriana hace un tremendo berrinche pero, inteligente, Bernarda pregunta en esos mismos bancos si hay cuentas a nombre de Maria Elisa Cervantes. Se estremece al saber que sí, que Maria Elisa Cervantes tuvo cuentas millonarias que tras la muerte de Luciano fueron canceladas o traspasadas. Bernarda maldice a la recogida y solo espera que donde sea que esté sufra más de lo que hubiera sufrido de permanecer a su lado, mientras que, Inconsolable por sus deudas y su repentina pobreza, Oriana llora ante Fabricio, a quien le dice que como su marido él debe responder por ella y por Bernarda, pues para eso es el hombre de la casa. Fabricio le confiesa que se casó con ella por interés. Le cuenta la triste historia de su vida y cómo Luciano lo ayudó y lo hizo parecer millonario solo para jugar con su cuñada y sus hijas. Oriana no puede aceptar que su amado Fabricio sea un don nadie, un huérfano recogido de la calle, sin familia de abolengo y sin dinero. Cuando se lo cuenta a Bernarda, ésta también se estremece. Se da cuenta entonces de que Luciano siempre jugó con ellas y se encargó de hacerlas padecer lo peor incluso después de su muerte. Acude al cementerio, a la tumba de éste, donde lo maldice esperando a que se retuerza en el infierno. Se asusta cuando escucha la risa burlona de su difunto cuñado. Llora amargamente pues no se resigna a ser pobre. Las cosas empeoran cuando a la mansión Rinaldi se presenta un licenciado en busca de Oriana y Cecilia. Habla con Bernarda, a quien le informa que sus días en la mansión están contados ya que, aunque se menciona en el testamento de Luciano que ella quedarían como herederas, éste la vendió mucho antes de morir y sus nuevos dueños la reclaman. Bernarda se estremece y jura que a ella jamás la echarán de esa mansión mas el licenciado le advierte que tiene treinta días para abandonar el lugar sin llevarse absolutamente nada o de lo contrario será desalojada. Bernarda maldice a Luciano y acude al despacho a buscar papeles, algo que le sirva, pero no encuentra nada. Llora desesperada pues no puede aceptar que la recogida de Maria Elisa haya corrido con más suerte que ella y sus hijas.

Gael se topa con Jacinto en una cantina y éste le cuenta del interés que Ezequiel y Lucrecia siempre han tenido por la consentida, hasta el punto de querer adueñarse del lugar por la mala.

Mayuya le dice a Ezequiel que Maria Elisa ha abandonado la consentida y se ha instalado en la posada. Él se lo comunica a Lucrecia, quien le dice que no piensa permitir que una intrusa y una criada corrompan a sus sobrinos por lo que le ordena que sea como sea mate a esas dos y de una buena vez incendie la posada por lo que Ezequiel, durante la noche, sorprende a las Mirón prendiendo fuego al restaurant y la posada, causando un fuerte incendio que las mujeres lamentan con llanto, principalmente Alfonsina, quien no se resigna a haberlo perdido todo, refugiándose en los brazos de Tiberio, quien la consuela y la lleva junto con sus hijas a La Consentida, donde Maria Elisa les da asilo. Nisa, con llanto, teme a que el incendio haya sido provocado y que la responsable sea Lucrecia, por lo que tempranamente Maria Elisa se presenta en la casa grande exigiendo una explicación a la mujer, quien la corre y ordena a Ezequiel que la saque. Éste la jalonea pero es detenido por Damián, quien exige que le diga qué sucede. Maria Elisa le cuenta lo sucedido, el conde pide a Lucrecia una explicación, esta asegura ser inocente y entonces éste pide que lo dejen solo con Maria Elisa, quien le reprocha que sus empleados y familia siempre los ataquen a ella y a los suyos. Él le promete que se encargará de investigar qué fue lo que sucedió y la protegerá así sea de su propia tía.

Gael exige a Vanessa que le diga si ella fue la causante del incendio. La mujer asegura que no y lamenta que su enemiga, Maria Elisa Cervantes, no haya muerto.

Tiberio consuela a Alfonsina, la cuál está segura de que Lucrecia y Ezequiel incendiaron su posada para hacer daño a Maria Elisa. Llena de fuerza se presenta ante la mujer y la arrastra por los suelos jurándole que la matará. Debido a esto Alfonsina es enviada a prisión y por más que Damián pide a su tía que quite la demanda contra Alfonsina ésta se niega. Damián aún así promete a la mujer que la ayudará.

Solita sufre las groserías de Mayuya, quien se burla de ella, acorralándola. Es descubierta por Maria Elisa, con quien discute y la culpa de lo sucedido a la posada y su madre, pues desde que ella llegó el pueblo comenzó a llenarse de desgracias. Nisa defiende a su amiga y se enfrenta a su propia hermana.

Branco escucha a Lucrecia hablar con Ezequiel sobre el incendio y el encarcelamiento de Alfonsina. Al descubrir que son cómplices se lo hace saber a Jacinto, quien decidido enfrenta a los villanos y les jura que si Alfonsina no queda libre de inmediato él mismo los denunciará por el incendio de la posada. Lucrecia corre a Jacinto de la casa grande y abofetea a Ezequiel, creyendo que quizás más gente pudo verlo. Lleno de furia, Ezequiel busca a Branco, quien le asegura saber que él y Lucrecia lo planearon todo. Ezequiel decide matarlo pero no lo logra pues esta vez el peón se defiende.

Lucrecia teme a que Damián se entere que ella está detrás del incendio por lo que retira la denuncia contra Alfonsina, quien queda libre y junto con sus hijas se instala en la consentida. Lucrecia cree que fue contraproducente haber incendiado la posada y al hablar con Vanessa y descubrir que ésta también tiene interés en eliminar a Maria Elisa ambas deciden unirse para deshacerse de ella.

Damián promete ayudar a las Mirón a reconstruir su posada. Alfonsina se niega pero él no acepta negativas y asegura que él pondrá el capital. Alcides y Tiberio se ofrecen a ser la mano de obra. Jacinto se les une y le dice a Maria Elisa que en efecto Ezequiel incendió la posada mas es protegido de Lucrecia. Esto fractura la amistad con Damián, a quien la muchacha le pide que no la vuelva a buscar jamás.

Aldo confiesa su amor a Nisa y se besan. Al descubrirlos, Lucrecia abofetea a la muchacha y la corre. Aldo, alarmado y dispuesto a defender a su amada, impulsivamente se pone de pie y exige a Lucrecia que deje en paz a Nisa pues se casará con ella. Después cae al suelo y Lucrecia culpa a la muchacha de todo. Nisa habla con Damián, quien exige a Lucrecia que los deje tranquilos a él y su hermano o abandone la casa grande definitivamente.

Damián discute con Vanessa y da por terminada su relación. Esta se desfoga con Gael y Branco los descubre aunque a él lo descubre Ezequiel, quien le advierte que si dice una sola palabra de lo que sabe lo matará.

Jacinto sufre por el amor de Maria Elisa y Milagros le hace ver que la muchacha ama al conde aunque se resista a estar con él. Jacinto se embriaga en la cantina, donde Branco lo sorprende y le cuenta de los amoríos entre Vanessa y Gael, quienes engañan a Damián.

Fortunato y Solita se encuentran y hablan del pasado, recordando cuando el dueño de la consentida fue asesinado y su esposa fue culpada por ello. Saben que la dueña de La Consentida es la hija de ese hombre y sospechan que fue Luciano Rinaldi, amante de la esposa, el que lo planeó todo para hacerse de fortuna, traicionándolo. Creen que la muchacha lo ignora todo y Fortunato le dice a la solterona que hay un testigo de lo que sucedió y ese testigo es doña Elena, la abuela de Maria Elisa.

Maria Elisa ayuda a las Mirón a reconstruir su posada así como ellas la ayudan con las siembras de La consentida, con ayuda de Jacinto, Alcides y Tiberio cada vez son mejores y en la casa grande el amor entre Aldo y Nisa crece muy a pesar de lo que Lucrecia opina, por lo que esta sigue haciendo un infierno la vida de la muchacha, en complicidad con Zuleika, mientras que Ezequiel no deja de vigilar La consentida, lamentándose por no tenerla y vengándose destruyendo la tienda de Tiberio y algunas siembras sin que nadie sospeche de él, así como de que Lucrecia está detrás de las acechanzas de Vanessa, quien no deja de pelear y demostrar su obsesión por Damián a pesar de revolcarse con Gael, mientras que Damián solo intenta acercarse a Maria Elisa, quien lo rechaza, mientras que Jacinto decide darse una oportunidad con Mayuya.

Fabricio presenta a Oriana los papeles del divorcio pues no quiere permanecer a su lado y, como se casaron por bienes mancomunados, ella debe darle la mitad de lo poco que le queda. La mujer se resiste. Jura que no le dará nunca el divorcio y mucho menos su dinero. Se llevan una sorpresa cuando a la mansión llegan a echarlos. Bernarda suplica que no lo hagan pero es inevitable. Los tres son echados a la calle con todo Villa Florencia como testigo, principalmente Fátima e Inés, quienes les dicen que están justo a donde siempre pertenecieron: A la calle. Bernarda llora amargamente mientras que Oriana no evita hacer un escándalo menospreciando a todos y recibiendo a cambio solo burlas y carcajadas.

Maria Elisa visita la iglesia y se sorprende al encontrar en ella al padre Benedicto junto con Rosa. Los tres festejan que haya sido una coincidencia encontrarse en el mismo lugar. Le cuentan a la muchacha lo mal que lo están pasando Bernarda y Oriana, así como que Cecilia se internó en un convento y no saben nada de ella. Maria Elisa siente la necesidad de ayudar a las mujeres pero Rosa se opone. Le recuerda lo crueles que fueron con ella y la manera en que la echaron. Se burla cuando le revela que Fabricio era un impostor que nunca tuvo nada y que fue victima de los planes de Luciano, quien antes de morir se encargó poco a poco de tenderles una trampa a su sobrina y su cuñada.

Jacinto sorprende a Ezequiel rondando La consentida. Lo encara y acusa de ser el responsable de los desastres en las siembras. Ezequiel asegura que La Consentida nunca será lo que todos esperan. Ambos hombres pelean y es Ezequiel quien sale perdiendo. Está a punto de disparar a Jacinto pero Milagros lo evita y corre al malhechor.

Damián no resiste más y busca a Maria Elisa para decirle que la ama y que no se casará con Vanessa. La besa y es correspondido. Entonces le pide que sea ella la que se case con él. Maria Elisa acepta.

A pesar de tener una relación con Jacinto, Mayuya coquetea con Gael. Es reprendida por Alfonsina, a la que la muchacha asegura que no se conformará con un peón pues su sueño siempre ha sido casarse con un rico aunque no lo ame. Termina comenzando una aventura con Gael, destrozando el corazón de Jacinto, a quien Alfonsina le cuenta la verdad.

Branco descubre a Ezequiel maltratando a Zuleika, a la que defiende. Ambos se enfrentan a golpes y la sirvienta arma tremendo escándalo que el resto de los habitantes de la casa grande hacen presencia. Lucrecia reprende a Ezequiel mas lo defiende de Damián, el cuál desea despedirlo cuando Branco le dice que fue el hombre quien incendió la posada de las Mirón y ha amenazado a Maria Elisa para que se marche de La consentida. Damián accede mas pide a Branco que se encargue de proteger a su novia por lo que lo lleva hasta Maria Elisa y lo hace quedarse en La consentida, donde trabaja desde ese momento.

Debido a los cuidados de Nisa, Aldo logra ponerse de pie y en soledad comienza a intentar caminar, feliz, pues será el hombre de antes y podrá casarse con Nisa.

Milagros y Fortunato visitan a Elena, quien está terriblemente enferma. Allí se topan con Bernarda y Oriana, quienes han ido a visitar a Cecilia para rogarle que les de la parte de su herencia la cuál ella al ser monja nunca usará. Cecilia lamenta que su madre y hermana, aun en la miseria, llenas de problemas, no pongan los pies en la tierra. Cecilia les dice que las ayudará pero no les dará su herencia. Solo les da una cantidad de dinero para que vivan durante un mes mientras encuentran donde vivir y un trabajo. Bernarda abofetea a su hija llamándola malagradecida y le jura que Dios la castigará por ser una mala hija. La madre superiora interrumpe y pone en su lugar a la mujer, a la que acusa de ser una oportunista. Bernarda pelea con la madre superiora pero Oriana sale y escucha hablar a Milagros y Fortunato acerca de Maria Elisa Cervantes y su hacienda por lo que les pregunta de donde son. Al saberlo, Oriana busca a su madre y le dice que no tienen que gastar dinero buscando a Maria Elisa pues ya sabe donde está y el dinero que Cecilia les ha dado lo ocuparán para recuperar lo que les pertenece.

Lleno de tristeza, Alcides confiesa a Tiberio el amor que siente hacia Maria Elisa y lo duro que es resignarse a no ser correspondido pues sabe del amor que la muchacha siente por Damián. Tiberio, por su parte, pide a Alfonsina que se casen y aunque Nisa, feliz, les da su bendición, Mayuya se opone.

Gael le cuenta a Vanessa lo sensual y buena amante que es Mayuya. Ésta le recrimina el que hasta él la haya cambiado por una provinciana. Gael se ríe de ella y la abraza, asegurándole que nunca la dejará, pero que los dos deben buscar lo que les conviene y aprender a vivir en separado. Se besan y revuelcan.

El padre Benedicto visita la comunidad cercana de monjas y allí se encuentra con Cecilia, quien le dice de los planes de su madre y hermana. Benedicto le dice que ha encontrado a Maria Elisa y habla con Elena, quien desea confesarse. Cual es la sorpresa del sacerdote al descubrir que esa mujer es la abuela de Maria Elisa.

Jacinto reclama a Mayuya su engaño y ésta no hace más que sobajarlo. Él acude a emborracharse y alcoholizado se presenta ante Maria Elisa, a quien confiesa sentir un enorme amor hacia ella, quien lamenta no poder corresponderle y le asegura que se casará con Damián.

Vanessa y Gael viven su intenso amor en la laguna sin darse cuenta que Alcides los está viendo. El muchacho le cuenta todo a Fortunato, quien ríe y le asegura que como caballero debe callar pues tarde o temprano todo cae por su propio peso.

Aldo pide a Damián que lo deje casarse con Nisa, de quien está perdidamente enamorado. Lucrecia se opone ya segura que jamás permitirá que su sobrino se case con una sirvienta. Aldo defiende su amor y se pone de pie sorprendiendo a todos cuando camina. Asegura que ha sido gracias a Nisa que él recuperó las ganas de vivir por lo que Damián lo apoya a pesar de Lucrecia, a quien el hombre pide que regrese al extranjero y abandone Puerto del Cielo definitivamente. Lucrecia se opone pero sus dos sobrinos aseguran querer vivir lejos de ella y le recuerdan que la han ayudado y siempre lo harán, pero desde lejos. Llena de rabia, la mujer jura que si se irá, entonces matará a Maria Elisa, a la que n le dejará todo por lo que ella siempre ha luchado.

Maria Elisa se pregunta por sus padres y cuenta a Alcides su interés por saber la verdad. Él le aconseja que hable con Solita y Fortunato, quienes conocen absolutamente toda la historia de sus padres. La muchacha acude al anciano y él le dice que siempre estuvo enamorado de su abuela, la cuál fue obligada a casarse con un hombre al que no amaba, lo mismo que la madre de la propia Maria Elisa, la cuál siempre estuvo enamorada de Luciano Rinaldi, el cuál trabajó como administrador de La Consentida y se marchó con todo el dinero de sus patrones cuando se descubrió su romance con la mujer. Maria Elisa se impacta al saber que el hombre al que siempre quiso y admiró fue acusado de haber matado a su padre. Llora amargamente y al regresar a casa se encuentra con Damián, a quien le cuenta lo que le han revelado. Damián le asegura que todo es una mentira inventada por los lugareños pues en realidad su padre se suicidó.

Vanessa busca a Mayuya para reclamarle su aventura con Gael. La abofetea y en respuesta Mayuya la golpea vilmente y le advierte que si se mete con ella siempre la pondrá en su lugar. Vanessa llega a la casa grande furiosa pero allí todos la ignoran, incluso Lucrecia, quien está concentrada en sus objetivos. Repentinamente Vanessa solo encuentra refugio en Ezequiel, terminando en sus brazos y en su cama, sorprendiéndose por lo ardiente que resulta ser el hombre.

Lucrecia ofrece una enorme cantidad de dinero a Ezequiel a cambio de que termine con la vida de Maria Elisa, asegurándole que, a demás, si lo hace, él podrá regresar a vivir a La consentida y seguir con los planes que ella tenía desde un principio. Le explica que tendrá que irse pues sus sobrinos la han echado y Ezequiel cree que tiene en sus manos una gran oportunidad.

Solita y Fortunato hablan del pasado, especialmente de Elena, quien todavía sigue perturbada por esos acontecimientos. Solita acude a Maria Elisa para decirle la verdad pero Milagros lo impide. Maria Elisa exige a la sirvienta que le diga qué es lo que siempre le ha ocultado. Milagros llora y se niega a hablar. Damián asegura a la sirvienta que si no lo hace ella lo hará él. Ninguno se da cuenta de que, con la llave dorada, Maria Elisa logra abrir una caja fuerte que ha descubierto y allí lee el diario de su madre, la cual se dirige a ella para decirle la verdad: que Rafael, su padre, era ruin y perverso y se casó con ella para arrebatarle su fortuna, incluyendo La Consentida, así que ella encontró consuelo en Luciano, de quien se enamoró y al que entregó todo su dinero y propiedades al enterarse de que su marido se había inmiscuido en negocios sucios. Al saberse en la ruina, Rafael creyó que Luciano lo había traicionado y al saber del embarazo de su mujer la acorraló para que perdiera a la criatura, creyendo que era fruto de la pasión con su amante, por lo que Regina, embarazada, al darse cuenta de que a su marido lo buscaban los criminales para saldar cuentas, por lo que temerosa del alcance de la rabia y sed de venganza de aquellos maleantes, huyó con Milagros a un refugio donde dio a luz a Maria Elisa, mismo refugio donde escribió su diario el cual guardó al regresar a morir a La Consentida, segura de que Milagros cumpliría con su última voluntad: Dejar a la recién nacida al cuidado de Luciano, para quien la moribunda también escribió una carta.

Junio 2014.Maria Elisa es invadida por un vacío y tisteza tras saber la verdad de su madre y porqué creció con Luciano. Revela a Milagros y Damián saber la verdad, mostrándoles el diario. Asegura tener muchas preguntas y dudas que la sirvienta y el conde disipan al contarle que tras la muerte de Regina, y sabiéndose en la ruina, Rafael se suicidó y Elena, desolada, enfermó y se refugió en un convento, donde ha pasado los últimos años de su vida, lejos de todos y teniendo contacto solo con Fortunato. Maria Elisa decide que irá en busca de su abuela y pregunta a Damián cómo es que lo sabe todo. El conde le confiesa que su padre y Rafael fueron grandes amigos y, de niño, él visitó la consentida, por lo que conoció a sus padres e incluso llegó a ver a su madre embarazada. Milagros confiesa a Damián estar segura de que su tía Lucrecia estuvo siempre detrás de todo lo relacionado con las muertes de Regina y Rafael pues lleva años interesada en La Consentida. Damián acude a Lucrecia y le exige que le diga la verdad pero ella lo niega todo mientras que Maria Elisa se presenta ante Elena. Ambas se abrazan y lloran por su reencuentro. La muchacha pide a su abuela que regrese a la consentida, la cuál ha sido reconstruida y le aguarda para que vuelva a ser la señora del lugar. Milagros y Fortunato alientan a la anciana y ésta vuelve al lugar que levantó junto con su esposo, llorando por los recuerdos y contándole a su nieta que su madre la quiso desde que la concibió.

Hundido en la miseria, Fabricio termina como un vagabundo volviéndose la burla de todos los habitantes de Villa Florencia. Se topa con Fátima, quien intenta ayudarlo. Fabricio llora y se siente arrepentido por el daño que hizo a Maria Elisa y confiesa haber sido un títere de Luciano, quien solo lo utilizó para dar un escarmiento a Oriana y Bernarda.

Alcides y Tiberio tienen una pelea con Ezequiel, quien molesta a Nisa y Alfonsina. Lo acorralan y en venganza el hombre les destruye su tienda de verduras para después causarle un grave accidente a Alcides. Lleno de rabia, Tiberio lo busca y le parte la cara asegurándole que si vuelve a meterse con él y su hijo lo matará. Ezequiel le advierte que se cuide pues él se les puede adelantar.

Vanessa no resiste más a la indiferencia de Damián y considera que si no es para ella tampoco será para Maria Elisa. Pide a Lucrecia que maten a esa mujer para que vuelvan a estar tranquilas y Lucrecia piensa en la idea. Cree que puede hacerlo y hacer parecer culpable a la misma Vanessa, la cuál la ha hartado con sus arranques.

Maria Elisa pide a Branco que espíe a Ezequiel y averigüe qué intenciones tiene. El amigo descubre al villano hablando sobre sus crímenes y cómo incendió la posada de las mirón por ordenes de Lucrecia, quien ahora le ha ordenado que mate a Maria Elisa a cambio de entregarle La consentida para él solo. Branco cree que tiene que hablar y se enfrenta a Ezequiel, quien con su arma de fuego termina por matarlo haciéndolo todo parecer un suicidio por lo que la chica se siente culpable, encontrando refugio en Damián. Se sorprende cuando en pleno velorio de Branco se presentan Bernarda y Oriana, quienes aseguran ser las dueñas legítimas de La Consentida y exigen a Maria Elisa que desaloje pues llevan la orden de un licenciado. La muchacha lee el documento y descubre que, en efecto, debe marcharse pero Milagros le asegura que esas mujeres mienten y Luciano no pudo haberles heredado nada, mas ella les cree a las villanas, quienes consideran que al vender la hacienda antes de que las descubran recuperarán algo de dinero que perdieron. La malvada Bernarda exige a Maria Elisa que les regrese todo. Damián interviene y asegura que esa hacienda le pertenece totalmente a la chica y él tiene los documentos que lo comprueban. En efecto, el antiguo dueño, Rafael Cervantes, fue padre de la muchacha y la nombró heredera de sus bienes y así mismo Regina, su esposa, quien fuera hija de los dueños de la propiedad y las hectáreas a su alrededor, por lo que La Consentida le pertenece. Oriana y Bernarda pelean asegurando que todo se trata de un complot para ayudar a Maria Elisa. Se saben perdidas cuando aparece Elena y asegura ser la dueña de la consentida, pues es la abuela de la muchacha y la propiedad siempre le ha pertenecido a su familia. Bernarda y Oriana son echadas y por misericordia Alfonsina las hospeda en la posada del mar, donde las mujeres lloran al saberse completamente perdidas. Tempranamente hablan con Alfonsina, a quien le cuentan mentiras sobre Maria Elisa, logrando que la la mujer la defienda asegurando que es muy querida en el lugar. Tiberio y Alcides las escuchan y las reconocen de todo lo que la muchacha les contó sobre ellas. Alfonsina defiende a Maria Elisa y junto con sus hijas echan a las mujeres de la posada,. Al no tener donde dormir, Oriana y Bernarda acuden a la iglesia y se sorprenden al encontrarse frente a frente con Rosa y Benedicto, quienes les dicen que están pagando caro el precio de su desmedida ambición. Bernarda se atreve a abofetear al sacerdote, acusándolo de ser cómplice en la fechorías de Luciano para dejarlas desamparadas. Benedicto les asegura que su destino empeorará y les da una fuerte impresión al confesarles que la mansión Rinaldi tiene una nueva dueña: Maria Elisa Cervantes, pues él, el sacerdote, la compró mucho antes de que Luciano muriera y con el único fin de entregársela a la muchacha pues Luciano la levantó con dinero que le pertenecía a ella. Oriana estalla. No puede aceptar que la recogida tenga tanta suerte y se aterra cuando el sacerdote le revela que Luciano siempre vivió de la herencia que a Maria Elisa le dejaron sus padres, por lo que antes de morir se las ingenió para que todo, absolutamente todo, regresara nuevamente a ella. Oriana se siente totalmente destruida y en la miseria. Maldice a la consentida y Bernarda le asegura tener un as bajo la manga.

Jacinto confiesa a Alcides creer que Ezequiel fue el causante de la muerte de Branco y que el motivo quizás haya sido silenciarlo. Ambos hablan con Maria Elisa y le proponen tenderle una trampa al hombre para al fin descubrirlo ante las autoridades.

Damián se las ingenia y descubre que Lucrecia estuvo detrás de la muerte de los padres de Maria Elisa e incluso fue responsable de la muerte del padre de él por lo que le exige que se marche de la casa grande. Ella llora, jura que todo es una calumnia de Maria Elisa pero el conde le muestra pruebas. La mujer acude a Aldo, le suplica que interceda por ella pero los hermanos se unen para echarle y no darle dinero, por lo que a la mujer les jura que se las pagarán y busca a Ezequiel, a quien le dice que ambos deben actuar o de lo contrario se quedarán sin nada.

Milagros revela a Maria Elisa que su madre y Luciano siempre se quisieron pero su amor fue imposible, por eso él nunca se casó y se conformó con amarla en silencio. La muchacha recuerda sus días al lado del hombre y entonces comprende muchas cosas, incluso el odio de Bernarda y Oriana.

Lucrecia se pregunta qué hará lejos de sus sobrinos y la hacienda la cuál ha deseado durante años. Recuerda que fue ella la que causó la muerte de Rafael, haciendo lo parecer todo un suicidio. Es interrumpida por Aldo, quien le dice que dentro de poco se casará con Nisa y espera que para ese entonces ella ya se haya marchado de la casa.

Vanessa discute con Damián y después con Gael, quien está dispuesto a decirle a su amigo la verdad sobre su romance con la mujer, quien pide a Ezequiel que la ayude y éste le tiende una trampa al hombre, arrancándole la vida al golpearlo con una piedra. Lo va a arrojar a la laguna, donde al nadar, Alcides lo encuentra. Damián se sorprende cuando Alcides le dice que la muerte de Gael quizás fue un asesinato planeado por Vanessa, de quien fuera amante. Damián cree que Alcides miente pero tanto Nisa como Aldo le confirman que su ex prometida y Gael fueron más que amigos y lo engañaron desde hace mucho tiempo y más cuando Alcides afirma que Branco sabía de ese romance. Lleno de rabia, Damián exige a Vanessa que le diga la verdad y ella jura que sí, que fue la amante de Gael durante años pero que ella no lo mató.

Bernarda y Oriana se presentan en La consentida para hacer las paces con Maria Elisa, quien las perdona y acepta que se queden una temporada con ella. La presencia de las mujeres hace que los demás empleados sospechen de sus malas intenciones, sobre todo Milagros, quien asegura a Elena que esas mujeres solo han hecho daño a su nieta, por lo que la mujer las trata con indiferencia.

Al pueblo llega Oliverio, un viejo trotamundos que queda maravillado con las bellezas del lugar. Se hospeda en la posada y Alfonsina, chismosa, la pone al tanto de todo en el pueblo. El hombre conoce accidentalmente a Solita, maravillándose con sus pinturas y sientiendo una fuerte atracción hacia ella. Le pide que sean buenos amigos.

Benedicto y Rosa temen a que la presencia de Bernarda y Oriana en La consentida tenga graves consecuencias para Maria Elisa. Alertan a Elena y Milagros, quien no deja de vigilar a las mujeres, causando coraje en Bernarda, quien le dice que sólo es una sirvienta y le prohíbe que la espíe.

Lucrecia se presenta ante Maria Elisa para decirle con crueldad la felicidad que siente de que ella sepa de que su padre fue un ruin y cobarde que terminó por matar a su mujer, arrojar a su hija a una vida de soledad y maltratos y, encima, suicidarse. Maria Elisa, decidida, pregunta a la mujer si ella no fue la que se encargó de eso, pues ya sabe que desde hace años desea poseer su hacienda para llevar a cabo sus negocios sucios. Lucrecia se aterra y calla. Se marcha no sin antes asegurar que nunca permitirá que su sobrino se case con ella.

Vanessa y Ezequiel se revuelcan y son descubiertos por Zuleika, quien arma un escándalo. Toda la casa grande se entera de esa aventura y entonces Aldo le cuenta a Damián lo que sucedió. Este se algra y aprovecha los sucesos para terminar definitivamente con Vanessa y echarla de su casa, anunciando su compromiso con Maria Elisa, por lo que decide que dará una fiesta. Vanessa le suplica clemencia pues no tiene a donde ir. Damián es tajante y se niega a aceptarla de nueva cuenta en su casa. También despide a Ezequiel, a quien ésta vez Lucrecia no puede defender por lo que el hombre la amenaza con hablar si no lo ayuda.

Durante una noche, Bernarda, decidida a terminar con la vida de Maria Elisa, se escabulle sigilosamente en la habitación de ésta e intenta matarla con una almohada pero es descubierta por Jacinto, quien evita que la víctima muera. Al saberse descubierta, la villana decide huir pero es detenida por Jacinto y Milagros mientras que Elena llama a la policía. Bernarda es sacada de la hacienda por la fuerza y grita cuánto odia a Maria Elisa, quien llora y más tarde pide a Oriana que se marche. Esta llora y de rodillas le suplica que le de una oportunidad pues no tiene a donde ir. Elena y Milagros interceden por ella para quedarse en La consentida. Maria Elisa acepta, a cambio de darle el mismo trato que ésta le dio cuando la supo desamparada, por lo que Oriana comienza a trabajar como sirvienta.

Ezequiel y Vanessa se refugian en una choza. Ambos se revuelcan confesando sus fechorías sin sospechar que Alcides se encuentra cerca y por su ventana mete un panal de abejas que les da un susto y los llena de piquetes. Ambos discuten. Vanessa exige al hombre que le de una vida digna y al hacerse de palabras él la toma del cuello y la intenta matar. Temerosa de que un día pueda quitarle la vida, ella decide acudir a las autoridades pero el hombre la descubre por lo que la ahoga en la laguna, donde la abandona para después ir a echar al agua sus pertenencias.

Bernarda llora en la cárcel y se enfrenta al padre Benedicto, a quien grita que ella se encargó de matar a su marido, Augusto, y a Luciano, para arrebatarles todo su dinero, así como a Sergio para evitar que se casara con su hija menor. Es escuchada por un juez, quien decide condenarla a pasar el resto de su vida en prisión. La mujer llora, desconsolada. Es visitada por Oriana, quien le dice estar trabajando como sirvienta en La consentida y la culpa de todas sus desgracias, pues la arrastró a lo peor cegada por su ambición. Bernarda suplica a su hija que le jure que matará a Maria Elisa pero Oriana se niega y asegura que lo único que matará será el lazo que la une a su madre, asegurando que será la última vez que se verán. Se marcha y Bernarda la maldice y acusa de ser una mal agradecida.

Solita, temerosa por la diferencia de edades, comienza una relación con Oliverio, aconsejada por Alfonsina, quien le asegura que la edad es lo de menos cuando de amor se trata. Solita se llena de ilusiones y casi se desmaya cuando el apuesto hombre le propone que vivan juntos y compartan sus soledades. Él la toma en sus brazos para que no caiga y ella, tras reaccionar, lo besa y le propone matrimonio. Oliverio ríe y acepta, feliz.

Mayuya no se repone a la muerte de Gael y Jacinto no se separa de ella. La apoya en todo momento y le habla de sus sentimientos pues a pesar de todo la ama y es capaz de perdonarle su infidelidad y ambición. Repentinamente se besan y ella descubre que lo ama por lo que deciden reanudar su romance. Aconsejada por el sensual peón, La muchacha acepta la relación entre Alfonsina y Tiberio, quienes se alegran de poder al fin vivir su amor sin temor a nada.

Cecilia decide que la vida religiosa no es para ella y busca a Maria Elisa. Se sorprende al ver a Oriana trabajando como sirvienta. Hablan y ésta le exige que la ayude pues es la única que tiene dinero y por lo tal la obligación de darle la vida a la que siempre estuvo acostumbrada. Cecilia lamenta que ni en las peores condiciones su hermana cambie y le asegura que jamás la ayudará pues aunque a ella el tío Luciano no le tendió una trampa, tampoco le dejó una gran cantidad de dinero. Oriana solo maldice a Maria Elisa, a la que culpa de que ella se haya quedado en la calle y su madre en la cárcel y quien junto con Damían acude a una fiesta a donde las Mirón, quienes celebran que Tiberio haya pedido la mano de Alfonsina. A esa fiesta acuden amigos y conocidos que festejan hasta el amanecer, cuando el conde y la consentida acuden a mirar el amanecer. Hablan del pasado, de cómo el destino se encargó de que ocurrieran tantas tragedias para que ellos se pudieran encontrar y se enamoraran. Se dan un fuerte beso de amor y al llegar a casa Maria Elisa se encuentra con Cecilia, la cual le pide perdón por no haberla defendido cuando tuvo oportunidad. Recuerdan las vilezas de Bernarda y Oriana y ríen cuando Cecilia confiesa estar conforme y feliz con el empleo que le ha dado a Oriana, la cuál debe aprender lo que son la humildad y el sacrificio. La muchacha ofrece a su ahora amiga que se quede en la hacienda y disfrute de Puerto del Cielo, donde al parecer todos los que huyen de la tragedia encuentran el amor. Y no se equivoca, pues cuando Cecilia conoce a Alcides de inmediato queda enganchada a él. El muchacho le muestra el lugar y la lleva con Fortunato, quien muestra al muchacho que a veces el amor llega por si solo en forma de oportunidad, quizás la única, por lo que si ésta se le presenta, debe agarrase fuerte y aferrarse a ella. 

Días después las Mirón preparan a Alfonsina para su boda y ésta, nerviosa, hace que casi todo salga mal. Discute con sus hijas, quienes le aseguran que Tiberio ya aguarda en la iglesia y puede arrepentirse. Alfonsina se da prisa y tras llegar a la iglesia acude al altar con su amado. El padre Benedicto los bendice.

Cecilia visita a su madre en la cárcel y solo recibe insultos y acusaciones de su parte. La muchacha le hace saber a Bernarda que Oriana trabaja como sirvienta en la hacienda de Maria Elisa y que goza de un sueldo miserable. Bernarda llora amargamente y maldice a la recogida de Luciano. Cecilia intenta hacerle ver que la vida solo les está cobrando lo injustas que fueron, cegadas por su ambición. La dura Bernarda pide a su hija menor que, si la visitará para darle terapias sobre cómo limpiar el alma entonces no vuelva a visitarla nunca más, pues no la soporta y para ella siempre fue un estorbo. Una piedra más de la cuál debió deshacerse al igual que lo hizo con Maria Elisa. Cecilia entonces se despide de su madre para siempre.

Oriana llora en la cocina pues Cecilia no desea ayudarla. Milagros le aconseja que se resigne y acepte su realidad. Le da una charola para que atienda a unas visitas. Oriana se llena de vergüenza al ver al padre Benedicto y sobre todo a Rosa, a la que trata con respeto y quien se aprovecha para regar el café y hacer que la orgullosa muchacha trapee para luego aconsejar a Maria Elisa que trate con mano dura a la nueva servidumbre, la cuál es demasiado torpe. Todos se ríen de Oriana, quien se desahoga en soledad, dentro del pobre cuarto de servicio en el que duerme. Jura que su odio hacia Maria Elisa y Cecilia nunca terminará.

Elena y Fortunato recuerdan el pasado con nostalgia mas deciden que nunca es tarde para el amor y, aunque son viejos para cualquier compromiso, deben mantenerse juntos. Se dan un cariñoso beso.

En la consentida se celebra la fiesta d bodas de Alfonsina y Tiberio, quienes no dejan de festejar, felices. En esa fiesta el conde de Cannavaro pide matrimonio a Maria Elisa, quien acepta, feliz. Entonces fijan una fecha y Damián invita a todo Puerto del Cielo a ser testigo de su unión. Todo se ensombrece cuando aparece Lucrecia con un arma asegurando que si la consentida no es para ella no será para nadie, Jura que matará a Maria Elisa al igual que hizo con sus padres. Le dispara pero Alcides se interpone y es él quien recibe el impacto mientras que Lucrecia huye, llena de rabia por haber fallado, Ezequiel secuestra a Maria Elisa y le recomienda a Lucrecia que ambos huyan juntos o de lo contrario los atraparán pero la mujer no desea irse hasta acabar con Maria Elisa y desgraciar las vidas de sus sobrinos.

Alcides se debate entre la vida y la muerte llenando de dolor a todos sus familiares y amigos. Necesita una transfusión de sangre. Al final logra salvar su vida gracias a que todos cooperan para donarle su sangre, llenando de alegría a Tiberio, quien sufre por la vida de su hijo, al que besa y abraza al saberlo a salvo.

Damián y Aldo desplazan a la policía por cada rincón de Puerto del Cielo para encontrar a Maria Elisa y sus raptores. Tiberio y Jacinto se unen a la búsqueda de Lucrecia y Ezequiel, su cómplice, quienes saben esconderse muy bien y esconden a Maria Elisa en una vieja cabaña, en medio de la selva. Allí, la mujer revela a su enemiga que la única manera de vengarse de Damián y poseer de verdad su hacienda, será matándola, pero lo hará lentamente para que sufra.

Oriana pelea con Mayuya, quien la trata con la punta del pie. Ambas se hacen de palabras y la segundala descreña a la primera, que se desahoga con Cecilia y sufre por ser una sirvienta y dormir con los criados mientras que Cecilia duerme en una de las recamaras de la hacienda. Es por ese resentimiento que Alcides y Cecilia se entregan su amor por doquier y Oriana critica a su hermana por tener relaciones con el hijo de un verdulero. Cecilia le asegura que por lo mismo, ella, Oriana, nunca más se volverá a casar, pues nadie querrá ser amigo, pretendiente, novio, marido o amante de una criada odiosa como ella. Oriana llora pues sabe que su hermana ha dicho la verdad.

Maria Elisa, atada, intenta escapar pero no puede. Ezequiel solo se ríe de ella, descubre que es demasiado hermosa e intenta violarla pero Lucrecia lo impide.
Pasan dos semanas sin que nadie sepa algo de Maria Elisa por lo que todos en La consentida temen a que la muchacha haya perdido la vida. 

Oriana visita a Bernarda y ambas esperan que Maria Elisa muera y nunca aparezca. Bernarda aconseja a su hija que enamore al conde de Cannavaro con todos sus atributos pues solo así podrán recuperar la vida que una vez tuvieron. Oriana recuerda a su madre que ella pasará muchos años en prisión, por lo que no debe hacerse ilusiones, pero ella sí, por lo que arma un plan y se viste con ropas de Maria Elisa para impresionar a Damián. Cecilia y Milagros se dan cuenta de ello y con la complicidad de Jacinto le tienden una trampa para que la ambiciosa muchacha caiga en un charco de lodo justo ante la presencia de Damián, quien pregunta qué hace la servidumbre con la ropa de su prometida. Cecilia se lo dice y entonces el hombre echa a Oriana de la hacienda. Ella se niega a irse, argumentando que solo desea agradarle para hacerlo feliz y olvide a Maria Elisa, la cual seguramente ha muerto. Furioso, Damián ordena a Jacinto y otros peones que echen a Oriana a la calle. La muchacha sufre al saberse sola en el mundo. Acude a la iglesia y allí Rosa le asegura que solo tiene lo que se merece.

Damián se entera de que Vanessa está muerta y lamenta que su ex prometida haya tenido un final tan trágico por unirse a Lucrecia y Ezequiel. El hombre es consolado por Aldo, el cual le asegura que Maria Elisa aparecerá pues de haber muerto ya lo sabrían. Le aconseja que ambos exploren la selva. Lo hacen y descubren la choza en que se esconden Lucrecia y Ezequiel, a quien la mujer intenta robarle todos sus ahorros. Él la abofetea y toma su dinero para escapar. No lo logra pues Lucrecia le dispara y le arranca la vida, asegurándole que ella no puede quedarse en la calle. La malvada Lucrecia toma el dinero e incendia el lugar con la intención de que Maria Elisa muera, burlándose la malvada Lucrecia de su destino. La mujer es sorprendida por sus sobrinos, quienes la detienen y rescatan de inmediato a la muchacha, siendo Ezequiel quien se consume entre las llamas. Maria Elisa abraza a Damián al reencontrarse. Aldo se une al abrazo y cuando reaccionan se dan cuenta de que Lucrecia ha escapado. La malvada mujer corre con todo el dinero de Ezequiel, riendo, feliz, pues segura está de que nunca la atraparán y morirá llena de riqueza. Tan feliz y dichosa corre que no se da cuenta de a qué se está aproximando. De pronto resbala y cae en un pantano, en el que comienza a hundirse con todo y su dinero. Grita, suplica auxilio, pero nadie la escucha. Se aterra cuando a ella se acercan unos cocodrilos, los cuales de inmediato la devoran.

La consentida se viste de alegría por el regreso de Maria Elisa, quien pregunta por Oriana y se entristece al saber lo que sucedió en su ausencia. Entre tanta felicidad, Cecilia y Alcides se besan, sorprendiendo a todos los presentes.

Con un dinero que le da el padre Benedicto, tras despedirse de Bernarda, Oriana emprende un viaje de regreso a Villa Florencia, donde se reencuentra con Fabricio, el cuál la ayuda y le consigue qué hacer por lo que Oriana pronto comienza a trabajar como asistente de unos niños y con ello se paga unos estudios universitarios. Mirando fotos recuerda con nostalgia su pasado. Visita la tumba de Luciano, al que promete que aunque él ya no está presente, se esforzará por demostrarle que a pesar de la sombra de Maria Elisa ella saldrá adelante por sí sola.

TIEMPO DESPUES: Puerto del Cielo irradia pasión pues todos se encuentran enamorados.
Oliverio y Solita han comenzado a vivir juntos y ella, aunque se presta a burlas por parte de la gente, asegura sentirse más feliz y plena que nunca. Hace una enorme amistad con Rosa, quien le enseña nuevas recetas de cocina que fascinan al apuesto hombre de la ex solterona.

Alcides y Cecilia se han hecho novios. Ella ha comenzado a dar clases en la escuela del pueblo y él  ha quedado al frente de la verdulería de su padre, el cuál se ha mudado con las Mirón a la posada del mar y ayuda a Alfonsina a trabajar el lugar pues han montado un pequeño bar del que él se hace cargo y al cual acuden todos los habitantes para divertirse.

Elena y Fortunato no dejan de procurarse a pesar que ella se ha instalado en La Consentida, donde junto con Milagros y Maria Elisa lleva una vida tranquila y serena. Constantemente acude a dejar flores a su difunto marido y a Regina, a la que jura que su voluntad se ha cumplido: Maria Elisa está a salvo, ha recuperado lo que le pertenece y, sobre todo, es feliz.

Para vender la casa que un día fue de Luciano, Maria Elisa hace un viaje a Villa Florencia, donde se reencuentra con el pasado. Llora y se desahoga para luego encontrarse con Fátima, a quien cuenta todo lo que ha vivido. Fátima la sorprende al decirle que tiene un romance con Fabricio, el cuál se ha vuelto un hombre trabajador, de bien, y gracias a contactos que tenía gracias a Luciano ha sabido acomodarse como un gran administrador. Fabricio y Maria Elisa se ven y él le pide perdón. Se dan un fuerte abrazo y entonces aparece Oriana, completamente cambiada. Entrega a Maria Elisa el libro favorito de Luciano y le pide perdón por todo el daño que le hizo en el pasado. Ambas se abrazan, destruyendo así tantos años de envidia y rencor.

Aldo pide a Nisa que se case con él y la muchacha acepta. Le da una noticia que lo hace inmensamente feliz: Pronto serán padres. Cuando Alfonsina se entera de que la harán abuela, grita de felicidad y presume la noticia a todos en el pueblo.

Maria Elisa vuelve a su Puerta del Cielo para casarse con Damián. Hacen una enorme fiesta en la que festejan su dicha con todos los suyos, dispuestos a ser felices para siempre, siendo ella en el corazón de su amado lo que fue antes para Luciano y sus padres, los cuales nombraron en su honor, por ella y para ella, la maravillosa hacienda como lo que ella es y siempre será: La Consentida.
























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